lunes, 18 de mayo de 2009

Curioso personaje.

Hace unos días, paseando por las orillas del pantano de Sierra Boyera (que por cierto, están frondosas y repletas de vegetación), conocí a un curioso personaje. Era un hombre de mediana edad, 40 o 45 años, con una melena rizada que parecía no muy cuidada, ojos azules y grandes y de una viveza en la mirada que desconcertaba. Estaba sentado en un pedrusco cerca de la orilla, con unos auriculares alojados en sus orejas, las que también adornaba con unos pendientes en aro. Silbaba descompasadamente alguna melodía, probablemente la que en el reproductor MP3 que portaba estaba escuchando.
Al pasar cerca de él me dijo: “Tío, ¿tienes un boli por ahí?”. Afirmé y saqué de mi bolso el bolígrafo que llevo. Se lo di y comenzó a hacer “trazos en el aire” con él. Se retiraba un poco y ponía el instrumento de escribir en horizontal, en vertical, inclinado, lo retiraba más o menos de sus ojos, cerraba un ojo y miraba, después hacía lo mismo con el otro, en fin, una serie de movimientos que al principio me hicieron pensar que “el amiguete” no tenía los muebles bien colocados en su cabeza. Mi perrilla se le acercó y le hizo algunas carantoñas. Él la atendió muy amable y cariñosamente; inmediatamente después la midió desde el rabo a los hocicos a “cuartas” e hizo lo mismo con el bolígrafo antes de devolvérmelo. Me dio las gracias y comenzó a andar en sentido contrario a la orilla, en dirección a una furgoneta que se encontraba como 30 metros más atrás.
Me quedé un tanto perplejo ante las reacciones del susodicho personaje y reinicié mi paseo por la orilla, jugando con mi perra, como suelo hacer cuando paseo por aquí. Cuando hube andado 8 o 10 metros más oí una voz que me gritaba: “Por favor, espere ahí un minuto”. Era el mismo personaje que desde la distancia me increpaba y al cual, después de parar mi marcha, vi hacer extraños movimientos con sus brazos y sus manos, en las que creí adivinar manejaba un pequeño palo. Al momento volvió a darme las gracias y yo continué mi camino, acrecentada en mí aún más la convicción de que algo sí que le patinaban las neuronas a este individuo.

Cuando volví sobre mis pasos al cabo de una hora más o menos, observé desde la distancia como este hombre estaba sentado en un escalón lateral de la furgoneta, frente a un descomunal marco rectangular de madera apoyado en un atril. Portaba en su mano izquierda una paleta, de una coloración difícil de catalogar, ya que estaba como chorreada de miles de pigmentos diferentes. En la boca y en la mano derecha tenía unos pinceles cuyo uso iba alternado con una velocidad importante. Me fui acercando despacio hacia el lugar donde se encontraba y cuando estuve a una distancia prudente y cercana… ¡aluciné!. Estaba reproduciendo el paisaje que se vislumbraba cuando lo encontré en la orilla… ¡DE ESPALDAS A ÉSTE!. Y no solo el paisaje, allí estaba mi perra saltando a por un palo que YO MISMO le estaba tirando. Reprodujo mis ropas, mi gorra, mis gafas, mis botas y hasta el color del collar de mi perrilla, que es minúsculo y con algunos matices coloristas. Las montañas de la sierra de El Hoyo eran exactamente iguales en coloración y forma, así como los reflejos en el agua, los árboles de las pequeñas lomas, el color del cielo, las formas de las pocas nubes que había y hasta el coche de un pescador que estaba en la orilla de enfrente.
Cuando reaccioné al espectáculo le dije: “Es un cuadro precioso y enorme; y hasta salgo en él”. El hombre no me respondió y continuó su frenética tarea. Espere algún tiempo más admirando su destreza y la belleza de su pintura. Volví a decirle “Bueno, hasta luego”. El siguió sin responderme y yo me alejé paulatinamente. Al cabo de ciertos pasos volvía la mirada hacia él y allí continuaba, impasible en su tarea y como enclaustrado en un espacio donde solo parecía estar él.
Cuando lo perdí de vista aún continuaba con su faena y algunas personas más se le acercaron y lo rodeaban.
Curioso, o al menos a mí me lo pareció.

3 comentarios:

Picalcan dijo...

Tenías que haber hecho una fotografía de la pintura.

Manuel dijo...

Lo pensé, pero como el susodicho parecía no estar por la labor de prestarme ni la más mínima atención, por no molestar desistí.

Cerco Pya dijo...

Maneja usted la estructura del Pretérito Anterior ("cuando hube andado 8 ó 10 metros...") como un poeta. Se ve que estudió usted con don Manuel en el colegio Alfredo Gil, igual que servidor. Allí sí que se aprendían los verbos.