jueves, 4 de diciembre de 2008

A ver, como lo digo

A ver, como lo digo. Como lo digo para que, al menos, mi pensamiento se transmita en la totalidad de claridad y expresión, sin aditivos, para que todo aquel que tenga a bien leer esto que escribo no abrigue ni el más mínimo atisbo de duda en lo que quiero transmitir. Me quiero referir al asesinato que ETA ha cometido, el último, en la persona de un empresario en un pueblo, que se llama Azcoitia, en la Comunidad Autónoma Vasca. No sé si es adecuado el término de Comunidad Autónoma o no, que lo pongo en duda por mis desconocimientos en lexicología política, pero dentro de mis limitados conocimientos, así lo expreso para general conocimiento de mis posibles lectores.
En fin, volviendo al tema que es el que me ha motivado a escribir. Han asesinado a un hombre en un pueblo, con unos pocos de tiros en la cabeza y con remate, y ésto es lo que ha pasado. Ha sido ETA, organización terrorista que exactamente no sé qué pretende, pero que intuyo que a través de estos métodos de terror y muerte, que lleva manifestando desde que es conocida por toda la sociedad española, que está conformada por vascos, catalanes, extremeños, andaluces, riojanos, gallegos, valencianos, murcianos, manchegos, madrileños, castellano-leoneses, navarros, cántabros, ceutíes, aragoneses y melillenses, y además, multitud de personas de otros países que conviven en este país, intenta que nos sintamos aterrorizados por sus acciones, que aparte de cobardes (palabra que me suena muy mal, por las connotaciones que conlleva, porque para ser cobarde hay que enfrentarse a una situación que te lo provoque), no dejan de ser unos descerebrados, inútiles, parásitos, imbéciles, idiotas, sin perspectivas que los definan, además de asesinos, delincuentes, ilegales, excrementos y miembros de una secta que les domina las ideas y los incita a creer que el ser toda esta sarta de desperfectos es lo ideal y, en este caso, de lo patriótico.
Visten, calzan, comen, fuman, beben, fornican, utilizan, como cualquier ser humano de este siglo, todas las tecnologías a su alcance, y no me refiero a aquellas que emplean para matar, que no son pocas, sino que son capaces de estar por tiempo ilimitado en un “garito-zulo” jugando a la Play Station mientras esperan la orden del “Iluminado” para actuar y matar a cualquiera que les digan. Solo les hace falta que les indiquen lugar, fecha y víctima y, además, les proporcionen las armas, pistolas y bombas, para que ellos, incentivados por la inspiración divina por la causa que el “Iluminado” de turno les muestra, revienten los sesos de cualquiera, o hagan estallar un bombazo en medio de donde más gente haya. Si las cosas les salen bien, supongo que se frotarán las manos y les correrá por todo su cuerpo ese sentimiento de satisfacción que se produce con el éxito del deber cumplido. Y así hasta la próxima situación que, dentro de sus irrefrenables ganas de hacer las cosas bien, les incite a que otra u otras personas mueran y con ello insistan en que el resto del mundo comprendamos que el método, los sistemas y los procedimientos son los adecuados y, por supuesto, aceptemos los efluvios de sabiduría y entendimiento que nos intentan transmitir.
Me sienta mal decir esto, pero he de hacerlo. Los medios de comunicación, que ojalá no dejen de informar de estos eventos, para que al menos tengamos conocimiento de la actualidad, insisten en comunicar la filiación personal de esta última persona que ha sido asesinada. Que si es empresario, que si es consejero de la empresa que está construyendo la obra para el AVE, que si juega a las cartas con sus amigos regularmente, que si no tiene escolta, etcétera, etcétera… , que no me parece mal, en absoluto, pero que no deja de producirme un sentimiento de que se intenta trasmitir algo que es obvio: los que han matado a este hombre, igual que lo han hecho con cientos de personas, son unos ASESINOS, MAFIOSOS, DELINCUENTES, EXTORSIONISTAS y, en definitiva, algo que las personas que queremos vivir en paz, al amparo de las leyes (aunque algunas nos parezcan o innecesarias o incompletas), en cordialidad con nuestro entorno, intentando vivir lo más dignamente posible, no vamos a admitir jamás.
El instinto inmediato que se produce entre las personas que hacemos lo que he indicado anteriormente (al menos a mí sí), es de (insisto, instinto) CAGARSE EN TÓ SUS MUERTOS, de momento, y seguidamente decirles QUE SI TIENEN HUEVOS, QUE DEN LA CARA, pero claro, para que eso se produzca, es necesario que el interlocutor esté presente, cuestión que no se da, entre otras cosas, por lo que indicaba anteriormente (y que, insisto, no me gusta hacerlo), porque la cobardía se lo impide.
Me cabreo conmigo mismo porque tengo la vacía sensación y la baldía intención de solidarizarme que estas víctimas, los muertos y sus padres, madres, hijos, hijas, nietos, nietas, amigos, amigas, vecinos, vecinas, que quedan vivos después de que los asalariados del terror hayan sesgado las vidas de sus cercanos y que es para ellos en los que queda perennemente el dolor, pero no puedo dejar de enervarme para que, al menos, y en este, posiblemente inútil e improductivo blog, quede constancia del asco y la mala leche que me provocan las acciones de estos PRODUCTORES DE DOLOR Y TRAGEDIA, y que en toda mi humilde y desapercibida vida, odiaré con el rencor más arduo que jamás podré sentir.