viernes, 28 de marzo de 2008

La Ciudad de Los Museos

¿A quién coño le interesa un museo en el que se muestre cómo se fabricaba la harina en el año de Maricastaña?. Pues a todo el mundo, queridos e incrédulos contertulios, porque es tremendamente seductor ver cómo en el siglo XX, en vez de utilizar molinos de viento como aquellos contra los que se estrellaba Don Quijote (seguro que por no disponer de un buen GPS), inventaron y utilizaron la molienda industrial del cereal y el envasado automático del producto. ¡Y eso que ahora estamos en el siglo XXI, que cuando estemos en el siglo XXX o en el siglo XL (¡hostia, el siglo XL, como la talla de mis gayumbos!), entonces es cuando vamos a flipar!, porque es entonces cuando lo añejo, por muy cutre que sea o haya sido, adquiere el rango de “antiguo” y es aquí donde los investigadores ensayan y ponen a prueba sus capacidades para dejarnos boquiabiertos con sus elucubraciones.
Si, señoras y señores, en Peñarroya Pueblonuevo podremos presumir de que, trabajo, lo que se dice trabajo, no va a haber mucho … más bien no habrá nada, pero lo que son museos, ¡buf!, de esos nos vamos a hartar. Entre el museo geológico-minero, el de bellas artes, este nuevo que se va a crear (que supongo se llamará por similitud, el museo de “Las Harinas”) y el medio de transporte por excelencia (museo ambulante también) que es el Trenecito de la Bruja, no tendremos espacio en el pueblo para alojar a los millones de visitantes que se sentirán atraídos por estas maravillosas demostraciones de lo pretérito y lo prístino.

Entonces será cuando se invierta la decadente tendencia que en la actualidad predomina. Y es que debido a la cantidad de jubilados y prejubilados que cada vez proliferan más, se ha provocado que a Peñarroya Pueblonuevo se la denomine “La Ciudad de Los Paseos”.
Después, en los siglos venideros y a través de la admiración que estos estupendos recintos de exposiciones provocan (véase si no El Prado, El Guggemheim, el Louvre, el Metropolitan Museum de Nueva York o la National Gallery de Londres, por ejemplo) aflorarán los guías, los cicerones, las visitas intelectualizadas y los eventos ilustrados que harán de Peñarroya Pueblonuevo… La Ciudad de Los Museos.
Y yo voy y me lo creo y todo.

miércoles, 26 de marzo de 2008

El hombre de la bicicleta



El sábado pasado me sumergí por enésima vez en las entrañas de El Cerco. Entré por la puerta de la Casa de La Juventud y empecé rodeando el Almacén Central. Me llevé una grata sorpresa al distinguir en uno de sus laterales la colocación de unos andamios, lo que me hizo suponer que se seguía restaurando este prodigio de edificación industrial.
Continué andando por el negruzco camino que serpentea entre la arboleda de acacias viejas, casi paralelo al camino que lleva a la Barriada de La Estación. En mitad de este recorrido me paré para admirar la grandiosidad de la fachada trasera de este edificio y en esta mirada algo quedó pendiente en mi subconsciente que me ronroneó a lo largo de todo el recorrido que duró algo más de hora y media.

La imagen que se me proyectó fue, de derecha a izquierda, el Almacén Central, justo al lado y en perspectiva más lejana, el edifico de la antigua Dirección de la SMMP y, por último, y más en la lejanía aún, como broche histórico y predominante, el Peñón de Peñarroya. Durante todo el recorrido no dejé de darle vueltas a qué me podía haber impresionado tanto que me obligaba a pensar y pensar sobre ello, como con la necesidad de cubrir necesariamente un hueco no tapado aún. Sentí en más de una ocasión la exigencia de parar en mi camino y poner en orden mis ideas para, al menos, aclarar esta especie de angustiosa obligación que me forzaba a recapacitar sobre un hecho que, de momento, me resultaba desconocido y desconcertante.
Los pensamientos me surgían sin orden ni concierto y en estas conjeturas estaba cuando frente a mí, en la revuelta del camino que desaparecía tras la Nave Norton, apareció un personaje extraño, vacilante en sus andares, como si padeciera una rara cojera; chaqueta vieja y manchada de haber trabajado con ella puesta en tajos muy sucios; entre la cinturilla del pantalón y la camisa azul lucía un fajín de tela negra y plegada, por encima de la que asomaba algo que asimilaba el mango de una navaja; llevaba una boina calada y con una ligera inclinación hacia el lado derecho y, del otro lado, en su oreja izquierda acomodaba un arrugado cigarrillo; tenía los pantalones remangados y metidas las partes más bajas de las perneras entre los gruesos calcetines y andaba agarrado al manillar de una bicicleta negra (Orbea ponía en la barra); de vez en cuando paraba su marcha, se escupía entre las manos y se las refregaba con pasión. Anudada al manillar de la bicicleta pendía una talega de tela gris, dentro de la que se adivinaba algún recipiente ancho, cilíndrico y de poca altura, además de otros bultos desiguales.
El extraño personaje iba canturreando algo que no entendí muy bien, pero que a mí me pareció similar al cante jondo o, al menos, algo parecido. Al llegar a mi altura, el hombre paró, se me quedó mirando, remangó la manga izquierda de su chaqueta y con la mano derecha se indicó la muñeca, diciendo: “Maegtro, ¿tiene ugté hora?. ¿Sabe si ha sonao ya er pito la Fundición?”. Sin más, sin darme tiempo a contestarle, montó en la bicicleta, hizo un ademán con la mano como diciendo adiós … y se marchó. No había rodado ni cinco metros cuando al tomar una curva del camino, desapareció de mi vista tras los arbustos. Corrí hacia la curva aún sin apenas haber reaccionado por este extraño encuentro, con el ánimo de poder seguir viéndolo, pero no le volví a ver … ni a él … ni siquiera las huellas de las rodadas de su bicicleta.
Me sacudí la cabeza como para despejarme de esta incógnita y al levantar de nuevo la vista volví a percibir esa misma imagen del Almacén Central, La Dirección y El Peñón de Peñarroya. Entonces reaccionaron mis neuronas y me di cuenta de que el personaje era ficticio, que había sido mi imaginación la creadora de tamaña elucubración, precisamente en base a esa ilustración que se presentaba ante mí y que venía a representar la historia de mi propio pueblo: El Peñón, que siempre ha estado y siempre estará como testigo mudo y vigilante de los acontecimientos; la Dirección, convertida hoy en geriátrico, como símbolo de la evolución de los tiempos y, por último, el Almacén Central, alma mater en su momento de este Cerco Industrial, hoy derruido, pero que en su momento hizo sentir su pálpito de vida y riqueza por todo el país.
El personaje de la bicicleta fue producto del recuerdo infantil que de este espacio aún queda en los recovecos de mi cerebro y que, por supuesto, me siento muy orgulloso de poder contar.

martes, 18 de marzo de 2008

Los Tres Perfiles


De todo lo que últimamente he leído en prensa, me llama poderosamente la atención los cambios de clímax que se van produciendo paulatinamente en función del transcurso de los acontecimientos. Antes de estas últimas elecciones no había político (ni apolítico tampoco) que no tuviera como poco tres perfiles: primero, el de saqueador premeditado de las intenciones del contrario, o lo que es lo mismo, manipulador de las ideas que su contrincante propugnaba, en beneficio propio o como optimizador de éstas; segundo: el de pureza, castidad y acentuada preocupación para con el ciudadano, al que arropa con mantos de extrema delicadeza a la hora de hacerse cargo de la solución a sus problemas; y tercero: fundamental y rotundamente, tener la conciencia limpia en todo lo que su pasado acredita.
Después de las elecciones, los “tres perfiles” anteriores van cambiando el ritmo, la pasión, la cadencia y hasta la cortesía y la serenidad, para pasar a transmutarse en actitudes frente al resultado electoral, o para que nos entendamos: cada cual en su sitio y a esperar otros cuatro años para adquirir de nuevo los rictus de “candidato”.
Los ganadores ya solo hablan de cómo organizarse los poderes, de con quién o quiénes han de llevarse bien, de mirar con ojos de vencedor y sonrisa inclinada a todos los que no han ganado y estar alerta por si alguno de éstos alza la voz más de la cuenta para inmediatamente recordarle que “las urnas han hablado” en su contra.
Y los que no han ganado también limpian un poco la era; hacen ejercicios espirituales para ver qué “santo les ha fallado” y no dejan de lamerse las heridas con miradas de reojo en derredor, para no dar mucho la sensación de quebrantado.
Pero ninguno, ni los ganadores ni los que no han ganado, (obsérvese que no empleo la definición “los que han perdido”, porque aquí siempre ganan todos) hacen demostraciones de girar el cuello para mirar a ese populacho al que no ha mucho se dirigían enfatizando “los tres perfiles”. Solo se ocupan, como los buenos jugadores de póker, en mirar a los ojos a sus oponentes, en arrimarse a aquellos que pueden dar “buena sombra” y en poner el cazo para asir las rentas que se puedan obtener.
En Peñarroya Pueblonuevo, antes de las elecciones nos prometieron que tendríamos autovía, ferrocarril y nuevas tecnologías; ahora, a poco de éstas, no sabemos si esos que dijeron lo que dijeron serán ministrables o no. Lo que sí sabemos es que nos duelen los oídos (y sobre todo el alma) de que estas “mascletás” en vísperas de elecciones, solo sean en realidad pólvora mojada.
Volviendo a los “tres perfiles” y parafraseando a Les Luthiers, yo los asimilaría así: primero, “lo importante no es ganar, sino hacer perder al otro”; segundo: “si no eres parte de la solución, eres parte del problema”; y tercero: “tener la conciencia limpia es síntoma de mala memoria”.

viernes, 14 de marzo de 2008


Voy paseando con mi perrilla desde mi casa a Los Huertos Familiares. Entre zancadas y carrerillas voy jugando con ella y disfrutando de esta compañía fiel y encantadora que me proporciona. De vez en cuando agarro un palo del suelo y se lo lanzo lo más lejos que puedo. Ella jadea con la lengua fuera, los ojos desorbitados y moviendo el rabo frenéticamente como pidiéndome que le dé marcha, que no pare de entusiasmarla, que comparta con ella sus ganas de jugar y sus demostraciones de cariño y lealtad. Acabo fatigado, entre otras cosas porque no soy capaz de aguantar el impetuoso ritmo que imprime y prodiga, y también porque ya no tengo el cuerpo preparado para soportar estos excesos, todo hay que decirlo.
Cuando paro a descansar un rato o simplemente me entretengo en otra cosa que no sea ella, me acosa saltando delante de mí, entremetiéndose entre mis piernas y, en definitiva, reclamándome la atención que por un instante he dejado de prestarle. A veces tengo incluso que litigar con ella porque no me deja ni andar y temo que entre este atosigamiento que me dispensa la vaya a pisar y le ocasione daño.
Entre estas conjeturas discurre mi paseo, en un día espléndido y por un paraje encantador de este precioso valle del Guadiato. Paseo por la orilla del pantano y disfruto, además de la compañía de mi perra, de los colores, de los olores, del precioso paisaje del fondo con la sierra de El Hoyo emergiendo hacia el cielo, con la eclosión de vida fluyendo por todo mi alrededor. Pájaros, peces, lagartijillas minúsculas, hormiguitas aún más pequeñas, flores, plantas y matojos, todos, todos parecen haber dicho que también quieren jugar y derrochar alegría y vida.
De repente, echo de menos a mi perra, ya no me hace caso, corretea alocadamente en todas direcciones, persigue pajarillos que andan buscando semillitas en el suelo, se atreve a espantar una colonia de cormoranes que acechan en la orilla buscando el más mínimo movimiento en las aguas para sumergirse, ladra como riñéndoles a un grupo de gansos que “gansean” con sus graznidos paseando por la orilla de enfrente. En fin, menos a mí, le echa cuentas a todo lo que la rodea.
Enfatizo en mis llamadas a su atención, busco palos y se los enseño, corro para que crea que me estoy yendo... y nada, no me hace ni caso. Adquiero un rictus de enfado porque me ignora hasta el punto de que tengo la sensación de no existir para ella, de no provocarle ni el más mínimo interés, y es entonces cuando me doy cuenta de la verdadera y exacta situación: ¡está llegando la primavera al valle, claro! … y es por eso por lo que la tremenda explosión de vida que está aconteciendo atrae toda la atención de mi perrilla … lo mismo que me está sucediendo a mí, que ando percibiendo sensaciones que solo este maravilloso y único lugar, el Valle del Guadiato, puede proporcionar. ¡Bienvenida, Primavera, el valle te obsequia con todo su esplendor y belleza!

lunes, 10 de marzo de 2008

Utopía, que no Autovía


No deja de ser chocante que en todo el recorrido de la “hipotética autovía” A-81, o como se la quiera llamar, solo se dé el caso de que en un trozo, un minúsculo trozo de ésta no pase por la cercanía de tres o cuatro poblaciones y sus polígonos industriales. Es sumamente llamativo que ésto suceda, pero aún lo es más cuando no hace mucho tiempo, tres años para ser exacto, en la ciudad de Peñarroya Pueblonuevo, el equipo de gobierno compró con dinero del MINER (que no olvidemos que está para solapar las desdichas que la minería produce a nivel de empleo) 500.000 m2. de terreno por su óptima localización, que era nada más y nada menos que su proximidad a una carretera nacional y a un ferrocarril.
Inmediatamente después de esta magnífica adquisición, aparece una nueva figura intoxicativa, llamada ZEPA, que a priori empieza por molestar a los proyectos de desarrollo de agricultores y ganaderos y termina por el de la autovía, o mejor dicho, afianza la intención de no querer molestar a no sé cuántas avutardas y avutardos(avutardos = dícese de aquellos políticos virtuosos que solos o en compañía de otros -entiéndase El Cabril - se ocupan en fastidiar una comarca con todos los medios a su alcance), a costa de lo que los humaniodes, pobre y desgraciada raza en fase de extinción por estos lares, tengan previsto para vigorizar y asegurar su futuro. Una vez que ésto se produce, comienza un silencio sepulcral que se ha ido dilatando hasta la víspera de elecciones, como ocurre casi siempre, para que unos y otros (a partidos políticos me refiero) se comiencen a meter los dedos en los ojos a la búsqueda del voto de los paisanos que aquí vivimos.
Los unos, técnicos y equipo de gobierno actual, ese mismo equipo de gobierno que compró terrenos para la construcción de un gran polígono industrial colindante a una carretera y al ferrocarril, ahora asumen que la autovía es normal que “dé un vueltorio”, como se dice por aquí, a casi cuatro kilómetros de distancia y que si para que se pueda acceder a ella hay que hacer magistrales y colosales obras anexas de infraestructura, pues que se hagan. Es el mismo caso que si pretender tirarte una bomba encima de tu casa y entonces tú, iluminado y erudito, alumbras la “admirable idea” de que la solución es construir, con muchísimo esfuerzo y sin la seguridad de poder conseguirlo, un escudo nuclear que rodee tu tejado. ¿Y no es mejor con muchísimo menos esfuerzo y más sentido común impedir que te tiren la bomba, eh?.
Los otros, los que ahora ejercen oposición mayoritaria duermen en sus propios laureles y, a pesar que se echan las manos a la cabeza, tardan poco en bajarlas a la entrepierna y masajearse las pelotas, que es lo mismo que no hacer nada de nada.
Al final, como siempre, asumimos que es más aceptable que nos tiren la bomba y a joderse tocan. No sería la primera vez que la asimilación de las malignas intenciones para con nuestra tierra nos haga ver que la solución no es resistirlas y contradecirlas, sino justo lo contrario; retorcer el pescuezo en el sentido adecuado para que ante esta nueva dificultad, aunque poco, nos siga entrando un hilillo de aire que nos permita seguir respirando.
Como decía al principio, es excesivamente chocante que todo lo concerniente a nuestra comarca alcance siempre tintes surrealistas en cuanto a buscar soluciones, mejor dicho, a manifestar intenciones reales que sirvan para el bienestar común y el progreso de los que aquí habitamos. Por eso, a estas alturas de la película en la que el sufrir continuos aguijonazos y sinsabores nos ha ido moldeando hasta llegar a ser lo que ahora somos, alguien se atrevió a decir: “La clase política no sirve para nada. Cuando pretenden solucionar un problema, es a costa de crear diez más”.