domingo, 17 de abril de 2011

Dime con quién andas…


A este hombre hay que regalarle por Reyes, en su cumple, onomástica, o simplemente para que se esté quietecito y deje de hacer el burro, un país para él solito, acogedor, placentero, donde saque a pasear sus neuronas tranquilamente cuando le plazca, sin que por ello produzca molestias y daños colaterales a nadie.

Sí, me estoy refiriendo a José María, a ese José María con todos conocemos y que desde que se “prejubiló” no ha parado de execrar estupideces, gansadas, sandeces y majaderías allá por donde sus representantes le han ido buscando cuartel. Para ello, incluso, se fabricó con arcilla (mañoso es, no hay duda) hasta una Fundación de rango y abolengo, por si le fallaban las “galas”, tener siempre a mano este recurso para no faltar a la explosión impetuosa que su cerebro necesita evacuar con regularidad. Y es que es lo que yo digo: si te prejubilas, ve con antelación estructurando la futura situación que se producirá en tu vida para, con calma y sosiego, entretengas tu tremendo y perpetuo tiempo libre en cosas diferentes a cuando eras parte de la fábrica, porque si no estarás todo el rato criticando a los que quedan ejerciendo la labor que tú dejaste de hacer, intentando por todos los medios llamar la atención con la manida, cutre, rancia y esperpéntica actitud de: “Eso no es así y ese que lo hace no tiene ni idea. Cuando yo estaba…”

Pero en José María esta cuestión es coyuntural. Se nace con ese ego y se tiene que fenecer con él. Por eso la criaturita no para y tiene a sus asesores de imagen con el culo a rastras porque ya no saben qué mueca es la que procede cuando lo mismo habla de sus “amiguitos libaneses”, que pone en cuestión los criterios económicos de la UE, o manifiesta copa en mano y sonrisa beoda que “él beberá cuando le dé la gana”.

Lo peor de esta actitud de José María es que no tiene alivio, porque mientras más la prodiga, más enraíza en sus hechuras y a la vez le hacen sentir el llamado efecto mariposa, es decir, el sistema sin él es caótico, y él, con sus “mínimas e ínfimas” apreciaciones, es capaz de producir el resultado apetecible y magistral que avellana y pule los desperfectos que los demás poseen.

Pero lo tremendamente peor aún, es que no existen tampoco remedios paliativos para todos los demás, con lo que cada vez que se le ocurre alguno de sus esperpénticos exabruptos, manos juntas y a rezar por lo que nos puede caer encima.

José María, por favor, dedícate a “tus amiguitos” y déjanos a los demás en paz, porque como dice el sabio refranero español: “Dime con quién andas y te diré quién eres”

No hay comentarios: