martes, 26 de abril de 2011

DEJÁ VU

Como si de no tornar al pasado se tratara, como si no viniéramos de vuelta de los acontecimientos, de manera regular, cíclica, pendenciera y, para más inri, machacona, acudes cada cuatro años a las perspectivas de unas elecciones, las más próximas municipales, o las que sean, que por ende, ponen de vuelta y media esas deterioradas calles, que se nutren de nuevas obras, de contrataciones a parados a “toa mecha” sin pudor ni reparo, de presupuestos alocados que dan la sensación de que la billetera pública estaba bajo una cremallera atascada y que en estos precisos instantes alguien, con mano magistral, ha conseguido destrabar, te encuentras con que a dos meses vista de ejercer el derecho Constitucional al voto, los “voluntarios” que se presentan para hacerse cargo de esta tremenda y agobiante responsabilidad, son de todo… de todo… menos lo que han sido durante los cuatro años precedentes, es decir, “manitas de santo”.

Pero la cuestión es que son “voluntarios”, “serviciales”, “complacientes” y, por supuesto, al “servicio” de aquéllos que los votan para que ejerzan estas “durísimas” tareas de estar al servicio de esa sociedad que les puso donde están, precisamente para eso. Pero (y ahora viene otro pero) ésto se produce cada cuatro años, con todos sus meses, sus semanas y sus días, y, como consecuencia, la memoria RAM de esos “voluntarios” se satura, se colma y se encripta justo al día siguiente de que las urnas les “obliguen” a cumplir sus “labores” y, por no se sabe qué prodigioso conjuro, esas mismas personas, “voluntarios, serviciales y complacientes”, adquieren el rol de “autoridades” y el argumento se revuelve contra ti.

Aquellos que se “dejaban el pellejo” por ti, ahora te “exigen” que cumplas con ellos, porque no hay dinero para tu calle, y porque no hay trabajo para ti, y porque no hay presupuesto para esto o aquello…. Y cuidadito con tener una necesidad perentoria, que tienes que pasar el filtro de: “todo el mundo es culpable (léase, no votante a mi partido), mientras no demuestre su inocencia (léase, lealtad a ese ídem)”.

Y así durante cuatro años… pero, (siempre hay un pero) llegan las elecciones. Es como el maná de los israelitas: donde no hay nada, hay abundancia, donde existe necesidad, hay remedios, y donde hay hambruna, sobran las salsas.
Pero solo durante un par de meses, o tres máximo… después nos quedan 45 ó 46 períodos más de desierto árido y puñetero... y lo que es peor, de desprecios a esas angustias que demandabas y que te llevaron a meter una papeleta en una urna para que esos “voluntarios”, ahora transformados en “faraones”, las desprecien o rechacen.
¡Elecciones cada seis meses, joder, para que ésto no nos pase, que no nos lo merecemos!

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