martes, 10 de enero de 2012

Pero..., ¿de qué se ríe este tío?



Cuando estaba leyendo esta mañana la noticia creí que obedecía a la licencia poética del redactor el calificativo de “carcajeo” que atribuía a la actitud del ministro de Hacienda en una tertulia radiofónica, pero cuando he visto las imágenes no daba crédito a los que mis nervios ópticos trasmitían a mi cerebro. Efectivamente era carcajeo, algazara y descojono lo que a este señor le producía la pregunta del interlocutor de “qué nombre habría que darle a la subida de impuestos de este su gobierno de derechas”, cuestión que vino a producir en el señor Ministro ese cosquilleo eufórico que terminó en carcajadas, cual adolescente travieso que acaba de propinar una colleja a otro infante despistado.
Pero no era lo más sustancial las risotadas nerviosas de este tipo, sino la tesis empleada en defenderlas, que eran, nada más y nada menos, que argumentar que estas medidas de incremento de los impuestos a las personas físicas que había tomado su gobierno, habían dejado poco menos que patidifusos a la anterior ministra y sus “colegas” de izquierdas, que no habían sido capaces de hacerlo y se habrán quedado con los ojos como mochuelos y la nariz chorreante de mocos al comprobar sus “ilustres y magníficas elucubraciones”. Insisto, me recuerdan a aquellas actitudes infantiles, cuando se jactaban de haber producido daño a otro e insistían en ello con cruenta humillación, para su propio y egocéntrico regocijo. Vamos, le hubiera faltado cantar esa cancioncilla de: “rabia, rapiña, que tengo una piña, con muchos piñones y tú no los comes”, haciendo el ademán de refregar en círculos el puño cerrado de la mano derecha sobre la palma de la mano izquierda, en pantalón corto y vestido de marinerito. ¿Tendrá poca vergüenza el susodicho?
Bueno, la verdad es que no sé de qué me asombro, si “visto el chozo, visto el habalero”, como reza en los dichos costumbristas de nuestra tierra. El señor Rajoy se ha rodeado de eso, de habaleros ávidos de “mandar” y ostentar el poder, pero bajo el cobijo de ese chozo bien decorado con banderas y estandartes de la diestra y con el único afán de propinar collejas a los anteriores gobernantes y reírse con ello, aunque sea a costa del sufrimiento y el desprecio a esas “personas físicas” que somos los ciudadanos corrientes, y que solo representamos para estos “idiotas políticos”, el medio, el fluido de transporte, pero nunca el fin y el objetivo.

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