Cuando estaba leyendo esta mañana la noticia creí que obedecía a la licencia poética del redactor el calificativo de “carcajeo” que atribuía a la actitud del ministro de Hacienda en una tertulia radiofónica, pero cuando he visto las imágenes no daba crédito a los que mis nervios ópticos trasmitían a mi cerebro. Efectivamente era carcajeo, algazara y descojono lo que a este señor le producía la pregunta del interlocutor de “qué nombre habría que darle a la subida de impuestos de este su gobierno de derechas”, cuestión que vino a producir en el señor Ministro ese cosquilleo eufórico que terminó en carcajadas, cual adolescente travieso que acaba de propinar una colleja a otro infante despistado.

Bueno, la verdad es que no sé de qué me asombro, si “visto el chozo, visto el habalero”, como reza en los dichos costumbristas de nuestra tierra. El señor Rajoy se ha rodeado de eso, de habaleros ávidos de “mandar” y ostentar el poder, pero bajo el cobijo de ese chozo bien decorado con banderas y estandartes de la diestra y con el único afán de propinar collejas a los anteriores gobernantes y reírse con ello, aunque sea a costa del sufrimiento y el desprecio a esas “personas físicas” que somos los ciudadanos corrientes, y que solo representamos para estos “idiotas políticos”, el medio, el fluido de transporte, pero nunca el fin y el objetivo.
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