Yo solo, acuñando opiniones sobre un determinado asunto soy capaz de estar conforme y desacorde, admitiendo contundentemente criterios que justo después de hacerlo pienso que lo opuesto es lo adecuado…y no estoy loco, simplemente confronto mi razón, mi lógica y mi conocimiento a las circunstancias. Y éstas son sencillas: mi voto es poder decisorio para que otros ejerzan eso mismo, el poder, pero no en contra mía… y las de muchos que como yo que creemos que la DEMOCRACIA consiste precisamente en que decidamos libremente cómo, cuándo y de qué manera hemos de convivir, relacionarnos y, en último extremo, decidir cómo sufrir desdichas o disfrutar euforias.
Y aquí es dónde me quedo quieto, inmóvil y estático.
¿Cómo es posible que los alardes DEMOCRÁTICOS consientan que los poseedores que ese poder básico otorga sean tus propios enemigos?
¿Cómo se entiende que aquéllos a los que les encomiendas con tu voto las labores (que asumen de manera voluntaria y “desinteresada”) de velar por tus intereses y los intereses comunitarios sean los mismos que éstos se pasan por el forro una vez que con tu voto adquieren el estatus de “autoridad política”?
¿Cómo se digiere que para que disfrutes de tus derechos y cumplas con tus obligaciones, establecidos rigurosa y rimbombantemente en Constituciones, libracos gordos llenos de leyes y reglamentos que establecen normas de convivencia, sean personas con rango políticamente adiestrado las que interpreten tu propia libertad, una vez que adquieren la “responsabilidad” que les proporciona tu voto?
Para qué vale votar, ¿para dar valor a tu criterio como ciudadano en intereses comunes?
O por el contrario, ¿para dar autoridad a personajes que deciden en función de sus propios intereses, llámense políticos, empresariales o económicos, que tienen nombre estruendoso, pero no apellidos, los que nos vengan a decir que las personas tienen que estar sin trabajo, y como consecuencia sin recursos, porque los “bancos” (que no son personas) ganan poco para repartir a sus accionistas (que sí son personas), y que los que tenemos la suerte de poder contribuir con nuestros impuestos al bien común hemos de tragar que estas abultadas talegas vayan a parar a las sacas de esos accionistas y directivos con contratos blindados de mogollón de pasta, en vez de que sean nuestros hijos, nietos o vecinos los que se beneficien de ese bienestar que puede propiciar “nuestro” dinero? ¿O para que mi voto sea partícipe de la masacre que es manifiestamente explícita para que mi hijo, nieto o vecino, insisto de nuevo, no tengan oportunidades de ser independientes económicamente para poder disfrutar de sus derechos de ser personas, a costa de que los que contribuimos damos cheques en blanco para que el banco los amartille, no dé hipotecas ni créditos a éstos mismos, y reparta dividendos millonarios y se vanaglorie de su cuenta de resultados anual?¿O para que nos convenzan de que es más importante el IBEX35, el índice NIKEY o el DOW YONES que las necesidades perentorias de las, apuntillo, PERSONAS, que son las que míseramente claudican ante estas magnificencias, a pesar de que es con su voto por las que se las propician?
Hay que contribuir al bien común, por supuesto, repartir entre todos, naturalmente, ser solidario, claro que sí. Pero que mi voto y los votos de todos los ciudadanos que ejercen “este DERECHO CONSTITUCIONAL” sea cómplice de nuestras propias miserias es, como poco, criminal, detestable y, en último extremo, calificable como “mentira podrida y asquerosa”.
Y ya no digamos nada sobre lo que yo denomino la verdadera exageración de lo aberrante cuando somos consentidores de que organismos o figuras decorativas que cuestan un pastón, son mantenidas porque la historia es lenta, no se moderniza en tiempo real y asume que herederos de fortuna, como los Reyes, sus descendientes y séquitos, sean pagados por el pueblo, como en la Edad Media, donde la propiedad era de los linajes y los vasallos de por vida.
Lo mismo que ésto, también iconos que no se sabe qué representación ostentan y que no pueda ser asumible por el Congreso, como el Senado, dónde unos buenos pocos, también pagados por el pueblo, se dedican a nada y duplican el gasto porque este emblema ornamental queda bien en las estructuras paleolíticas, que no políticas.
Algo debe empezar a cambiar, porque de lo contrario y al contrario de cuando las mentes eran pasteurizadas para que no pudieran pensar, hoy existe el conocimiento, la educación generalizada, las comunicaciones y las redes sociales que propician que éstos se propaguen, extiendan y lleguen a los rincones más recónditos y, como consecuencia de ello, no se pueden seguir asumiendo barbaridades como las que enumero, porque ello implica hacer comulgar con ruedas de molino a gargantas que ya de por sí andan asfixiadas, y éstas pueden, deben y, seguro, van a reaccionar.
1 comentario:
Me ha gustado mucho tu blog, no he visto muchos así...
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