lunes, 30 de mayo de 2011

Mi amigo Pepe

Mi amigo Pepe ha muerto. A mes y pocos días de cumplir cincuenta y dos, su ya castigado organismo no ha podido responder a un cúmulo de complicadas y sucesivas circunstancias que han propiciado este hecho.

Estoy completamente seguro que hasta su último aliento ha luchado y ha estado batallando. Es su naturaleza. Así es él. Tiene que luchar por aquello que anhela, por lo que quiere y por lo cree justo y preciso, y no solo es capaz de arremeter contra lo que haga falta por ello, sino que además tiene la facultad de derrochar ánimo y suficiente potencia como para contagiar a todos los que hemos tenido la suerte de estar cerca de él.

De mirada inquieta, sonrisa amable y redondeados pómulos, es la persona con más carga moral y honrada con la que he compartido secuencias de mi vida inolvidables, magníficas, importantes. Sus dotes de análisis y su estilo único son como él mismo, arrebatadores, brillantes, fajados siempre con ese halo de luz que solo unos pocos elegidos poseen y que brota a raudales de su espíritu travieso y resuelto.

Esta “ley de vida” que conduce irrevocablemente a la muerte no es justa. Al menos en el caso de mi amigo Pepe. Si algo es importante para él, es la vida, sentir que cada gota de sangre que corre por sus venas tiene razón de ser, que cada una de las minúsculas células que componen sus tejidos están ahí para algo importante, crucial y por lo que constantemente hay que estar alerta. Por ello ha remontado acantilados impracticables y desmanes imposibles de los que ha resurgido como Ave Fénix siempre, a pesar de los pesares. No es justo.

Mi amigo Pepe es mi amigo para siempre. Su esencia es huella imborrable y a pesar de que ya lo echo de menos, está tan latente en mí que jamás podré hablar de mi existencia y de mi vida sin tener presente la parte de ésta que él propició, que compartimos y que seguiremos compartiendo por lo siglos de los siglos.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Democracia real... pero no de Reyes


Yo solo, acuñando opiniones sobre un determinado asunto soy capaz de estar conforme y desacorde, admitiendo contundentemente criterios que justo después de hacerlo pienso que lo opuesto es lo adecuado…y no estoy loco, simplemente confronto mi razón, mi lógica y mi conocimiento a las circunstancias. Y éstas son sencillas: mi voto es poder decisorio para que otros ejerzan eso mismo, el poder, pero no en contra mía… y las de muchos que como yo que creemos que la DEMOCRACIA consiste precisamente en que decidamos libremente cómo, cuándo y de qué manera hemos de convivir, relacionarnos y, en último extremo, decidir cómo sufrir desdichas o disfrutar euforias.

Y aquí es dónde me quedo quieto, inmóvil y estático.

¿Cómo es posible que los alardes DEMOCRÁTICOS consientan que los poseedores que ese poder básico otorga sean tus propios enemigos?

¿Cómo se entiende que aquéllos a los que les encomiendas con tu voto las labores (que asumen de manera voluntaria y “desinteresada”) de velar por tus intereses y los intereses comunitarios sean los mismos que éstos se pasan por el forro una vez que con tu voto adquieren el estatus de “autoridad política”?

¿Cómo se digiere que para que disfrutes de tus derechos y cumplas con tus obligaciones, establecidos rigurosa y rimbombantemente en Constituciones, libracos gordos llenos de leyes y reglamentos que establecen normas de convivencia, sean personas con rango políticamente adiestrado las que interpreten tu propia libertad, una vez que adquieren la “responsabilidad” que les proporciona tu voto?

Para qué vale votar, ¿para dar valor a tu criterio como ciudadano en intereses comunes?

O por el contrario, ¿para dar autoridad a personajes que deciden en función de sus propios intereses, llámense políticos, empresariales o económicos, que tienen nombre estruendoso, pero no apellidos, los que nos vengan a decir que las personas tienen que estar sin trabajo, y como consecuencia sin recursos, porque los “bancos” (que no son personas) ganan poco para repartir a sus accionistas (que sí son personas), y que los que tenemos la suerte de poder contribuir con nuestros impuestos al bien común hemos de tragar que estas abultadas talegas vayan a parar a las sacas de esos accionistas y directivos con contratos blindados de mogollón de pasta, en vez de que sean nuestros hijos, nietos o vecinos los que se beneficien de ese bienestar que puede propiciar “nuestro” dinero? ¿O para que mi voto sea partícipe de la masacre que es manifiestamente explícita para que mi hijo, nieto o vecino, insisto de nuevo, no tengan oportunidades de ser independientes económicamente para poder disfrutar de sus derechos de ser personas, a costa de que los que contribuimos damos cheques en blanco para que el banco los amartille, no dé hipotecas ni créditos a éstos mismos, y reparta dividendos millonarios y se vanaglorie de su cuenta de resultados anual?¿O para que nos convenzan de que es más importante el IBEX35, el índice NIKEY o el DOW YONES que las necesidades perentorias de las, apuntillo, PERSONAS, que son las que míseramente claudican ante estas magnificencias, a pesar de que es con su voto por las que se las propician?

Hay que contribuir al bien común, por supuesto, repartir entre todos, naturalmente, ser solidario, claro que sí. Pero que mi voto y los votos de todos los ciudadanos que ejercen “este DERECHO CONSTITUCIONAL” sea cómplice de nuestras propias miserias es, como poco, criminal, detestable y, en último extremo, calificable como “mentira podrida y asquerosa”.

Y ya no digamos nada sobre lo que yo denomino la verdadera exageración de lo aberrante cuando somos consentidores de que organismos o figuras decorativas que cuestan un pastón, son mantenidas porque la historia es lenta, no se moderniza en tiempo real y asume que herederos de fortuna, como los Reyes, sus descendientes y séquitos, sean pagados por el pueblo, como en la Edad Media, donde la propiedad era de los linajes y los vasallos de por vida.

Lo mismo que ésto, también iconos que no se sabe qué representación ostentan y que no pueda ser asumible por el Congreso, como el Senado, dónde unos buenos pocos, también pagados por el pueblo, se dedican a nada y duplican el gasto porque este emblema ornamental queda bien en las estructuras paleolíticas, que no políticas.

Algo debe empezar a cambiar, porque de lo contrario y al contrario de cuando las mentes eran pasteurizadas para que no pudieran pensar, hoy existe el conocimiento, la educación generalizada, las comunicaciones y las redes sociales que propician que éstos se propaguen, extiendan y lleguen a los rincones más recónditos y, como consecuencia de ello, no se pueden seguir asumiendo barbaridades como las que enumero, porque ello implica hacer comulgar con ruedas de molino a gargantas que ya de por sí andan asfixiadas, y éstas pueden, deben y, seguro, van a reaccionar.

martes, 17 de mayo de 2011

No quería, pero lo voy a hacer

Como indica el título de este post no quería meterme en la faena de dar opiniones en esta campaña electoral, pero lo voy a hacer. Por supuesto no significa nada mi opinión, pero ya me estoy hartando de estupideces, ¡por favor!, que los ciudadanos vamos a votar a nuestros alcaldes y concejales, los de nuestro pueblo, los que van a convivir cercanos a nosotros porque la distancia es mínima y vamos a poder estar en sus despachos, llámense alcaldías o concejalías, para demandar esas cuestiones que nos son colindantes, con la capacidad de ver a esos mismos que vamos a votar, ¡joder!

Así que me enervo cuando veo a políticos de autoritario rango (y extraño, al menos para unas municipales o autonómicas), famosillos recaudados por cualquier método, e incluso, personajes de la historia y de los antaños, dándole a la carretera, al tren o al avión para estar apoyando candidaturas de pueblo, ciudad o comunidad, con argumentos más divinos que el propio copón ídem, con alardes magnificados en cuestiones que nos importan un “huevo” a los paisanos de esos feudos que son motivo de voto y con petulancias y borderías que a lo único que inducen es a la zozobra y a la enemistad.

El señor Rajoy y sus solariegos se han planteado estas municipales y autonómicas cómo si de ello dependiera la presencia futura de éste en la Moncloa, asestando improperios contra el señor Zapatero, y éste, y por supuesto sus linajudos, haciendo lo propio al respecto.

¡Cómo si a nosotros nos importaran sus políticas de mierda, cómo si creyéramos que son ellos los que nos van a dar respuesta cercana e inmediata a nuestras menesterosas necesidades cuando ocupen altos cargos de mucho, mucho “rango y abolengo”, cómo si dependiéramos exclusivamente de las dotes omnipotentes y todopoderosas de esos dos partidos, dos, PSOE y PP, para poder ser personas con capacidad de tener criterio propio, con entidad suficiente para razonar y, por ende, saber que no son ni a ellos ni a sus partidos a los que debemos rendir pleitesía, sino todo lo contrario!

Reitero mi querencia inicial de no participar en este aquelarre, pero es superior a mis entendederas y a mis básicos instintos humanos permanecer inerte ante toda esta sarta de despliegues parafernálicos y vociferios barriobajeros, porque, en última instancia, aún tengo la ilusión de que mi voto sea parte de ese poder que otorga la democracia: el que emana del pueblo.

¡Democracia real YA!