viernes, 5 de septiembre de 2008

El Retorno


Bueno, pues ya se acabaron las vacaciones y cada mochuelo a su olivo, cada oveja con su pareja y a apechugar tocan. Yo no se si las vacaciones son para descansar de la fatiga acumulada del currelo, o por el contrario incrementan la molestia del cansancio, porque en lo que a mí respecta, durante mi período vacacional he notado verdaderos y angustiosos síntomas de desfallecimiento físico. Supongo que debió ser por las desmedidas ganas con las que esperaba este tiempo de asueto y por el afán de aprovecharlo al máximo, que al cuarto día de estar de vacaciones tuve que poner pie en el freno y sosegar mis instintos porque, como ya digo, estaba extenuado. Me levantaba de madrugada para coger buen sitio y buena hora para pescar, me encaramaba a rocas cargado con los pesados aparejos de pesca que ni el más ilustrado de los montañeros, pasaba del fresquito matinal al aplastante sofoco del calor del mediodía que me hacía sudar a chorros y, para añadir más caldo a la sopa, por la tarde me daba largos paseos que acababan con la poca energía que me quedaba. Menos mal que entre col y col, me tumbaba en la playa para medio dormitar y cuando me sentía “mu caliente” me pegaba un chapuzón; después me refugiaba en los hoy día mal llamados chiringuitos para degustar la frescura de unas cervezas de barril y algún que otro manjar costero y por la noche, algunas veces cabeceaba en el cine y otras cataba algún licor extranjero en compañía de conversación y mundanal ruido.
En fin, que hubo que suavizar los iniciales ímpetus para que el trasiego vacacional transcurriera de manera más moderada y que, a la postre, me produjera el placer que en realidad buscaba y que al final conseguí. Han sido unas bonitas vacaciones, pero insisto, de descansar nada de nada. Lo que yo opino de las vacaciones es que no son para descansar, sino para cansarse de todo aquello que te gusta hacer y que el disponer de todo tu tiempo te permite, para arrojar y perder el lastre de la monotonía acumulada a lo largo de todo el año y, por supuesto, para disfrutar.
Ahora, a la vuelta al trabajo y a la continuidad se dice que vienes con las pilas cargadas. Sí, cargadas, pero de mala leche por tener aún candente el regustillo en los labios de esos espetos, ese olor a mar, ese maravilloso paisaje con el que ponías cara de lelo y, en definitiva, esas experiencias que han quedado atrás y que habrá que esperar con resignación que vuelvan.
Bienvenidos a todos los que volvieron de vacaciones al tedio, al fastidio, al aburrimiento, a la desgana y a la saturación de lo monótono. Habrá que ocuparse en algo… por ejemplo, … criticar a los políticos.
Vamos a ello.

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