jueves, 5 de junio de 2008

El letargo de los gestores.


Hace tiempo que no sigo la política municipal de cerca, que es a la postre la única que me interesa. Digo que no la sigo con el mismo ánimo y dedicación que antaño le prestaba, entre otras cosas porque me aparté de ella de manera directa por cuestiones de salud, pero seguí estando al lado de aquellos que andaban al pie del cañón para, en la medida de mis posibilidades, seguir ayudando en lo cotidiano de nuestro pueblo. Ahora no solo no tengo ganas, ni interés, ni intención, sino que además me suena a rancio cada vez que tengo alguna noticia al respecto, porque, entre otras cosas, creo que estamos en fase de decadencia absoluta en lo político y en todo aquello que tenga relación con proyectar el futuro de nuestra sociedad con cierto interés.
Es la fase en la que el “diente de sierra” toma la vertiente de caída, en la que el rompimiento que produce el vértice hace caer en picado las ilusiones, los sueños, los proyectos esperanzadores, los anhelos y todo aquello que suene a crear un futuro mejor y más lleno de deseos de excelencia en todos los aspectos.
Los políticos, ambos, los que forman el equipo de gobierno y los que están en la oposición, duermen un prolongado y aburrido letargo, asistido por el aturdimiento de su desgana y por el lento transcurrir de los soporíferos y escasos acontecimientos, esa misma apatía que proyectan hacía los ciudadanos, con lo que difícilmente éstos han de sentir lo contrario al tedio, la indiferencia y el desinterés. Así van transcurriendo los períodos, los plenos, que solo sirven para, como bien decía mi admirado Picalcan, hacerse reproches banales, sin contenido, con pataletas infantiles que para nada ofrecen ni el más minúsculo indicio de que se está trabajando por los intereses comunes de toda una sociedad. Y el tiempo sigue transcurriendo implacable, sin descanso, sin que una vez que haya marcado su rigurosa huella, vuelva tras sus pasos para buscar arrepentimientos y quejidos y dar la oportunidad de resolver lo no hecho o que se hizo mal, sin que se puedan convertir los lamentos y las angustias pasadas en esperanzadoras premisas.
Menos mal que el pueblo, las personas de a pie, las que no formamos parte de la gestión política municipal, seguimos de vez en cuando realizando “cosas”: el baloncesto sigue ilusionando, las peñas y asociaciones se mueven continuamente, las jornadas de minería demuestran una vez más su categoría y ahora más reciente, la concentración moto turística llenará bares y hoteles durante varios días.
Menos mal que los políticos no han conseguido trasmitir del todo la somnolencia que ellos padecen… y menos mal que el pueblo sigue siendo pueblo, mal que pese a los políticos.

1 comentario:

Picalcan dijo...

En gran parte es lo mismo que yo pienso pero mejor dicho. Esta claro quien sabe expresarse y quien no.
La admiración es mutua y reciproca.