Esa es la tópica cancioncilla que nos gusta escuchar a los españoles: el funcionario no trabaja, el albañil se prodiga en soltar piropos burros a mansalva, el trabajador común entiende solo de darse de baja, se es más inteligente buscando una paga no merecida que trabajando por un sueldo, etc., etc., etc.
El clásico, el inigualable tópico de que los españoles somos más espabilados para buscar rentas en lo negro, en lo profundo, en lo ilegal, se hace mucho más patente cuando desde las más altas instancias de la Administración Pública se hace eco de tales temáticas para sentar cátedra y dar una manita de cochambrosa pintura a nuestro honor como españoles. Lo malo de este asunto es que nunca, nunca, nunca sale a la luz con la misma contundencia nada más que lo que atañe a “los trabajadores”, que parece ser que han sido los que han dinamitado la economía española para llevarnos a esta debacle que estamos viviendo. Se trata de rentabilizar el coste de las personas que trabajan por un sueldo para un tercero a toda costa, pero no se le echan las mismas ganas cuando se trata de perseguir el fraude fiscal (que ronda según dicen los 25 mil millones de euros), la corrupción política (que cada vez que se amaña un contrato o se recalifican fraudulentamente unos terrenos no es inferior a los 1.000 o 2.000 millones), el derroche de pagar 90 mil euros por un retrato, las rentas millonarias y vitalicias de políticos, la inyección de dinero público a la banca sin obligación ninguna de que cumpla con el fin propuesto, que es que revierta en la concesión de créditos a empresa y particulares, las facturas falsas, etc., etc.
Ésto no es equiparable a lo que los trabajadores hacen, ésto es “picata minuta”, o al menos, intocable, paria, porque se da la circunstancia que afecta a las clases superiores: el empresariado, el político y el banquero.
Pues a este paso claro está que el Estado de Necesidad (antes del Bienestar) está acuciando a familias enteras y cada vez a más, y que esta angustiosa situación por algún sitio tendrá que reventar, porque no es de recibo que se restrinja continuamente a los mismos (que a la postre somos más) y se siga prodigando a aquellos que son los más perversos para el bien común de nuestro país.
En algo nos teníamos que parecer a los yanquis: los más malvados forajidos, pistoleros sin corazón y con gatillo fácil, han sido exaltados, llevados a la literatura y al cine con halo de héroes, al igual que en España se han convertido en leyenda aquellos bandidos que campaban a sus anchas por esas sierras andaluzas.
Algo habrá que hacer al respecto… yo ya me tengo mirado unas cuevas en cierta serranía… por si acaso.