martes, 11 de enero de 2011

Nos vemos en la puerta de los bares

Yo quiero ser ilegal, nada más que porque ser legal me perjudica, me somete y me obvia. Y no porque la ilegalidad me guste, ni siquiera es porque me produzca sentimiento reivindicativo y contrario, no.... solo quiero ser ilegal porque obligatoriamente la ley me oprime en mis convicciones, me menosprecia, me ignora y además me somete al perjuicio de no poder ejercer mis libertades. Por eso quiero ser ilegal. Y mi querencia no es porque me guste ir en contra de las leyes, justo al contrario; me encanta que la leyes, dogmas y normas de convivencia humana reflejen precisamente eso, marcos, límites y entornos en los que las personas debemos relacionarnos, aguantarnos y tener claro que somos animales racionales para comprender que, además de tener la capacidad de criticar acciones ajenas, también somos lo suficientemente intuitivos para conocer que los defectos propios existen fehacientemente.
O sea, tontos no somos, o somos lo suficientemente tontos para aceptar que nuestra incordura es inteligente, pero lo que no es de recibo es que nos cataloguen como racimos, en términos vegetales, o como rebaño, en analogía animal, para que los legisladores, a la postre personajes que hemos elegido todos nosotros para que hagan con nuestro dinero lo que nos interese, hagan precisamente todo lo contrario, lo que nos jode, nos perjudica y nos fastidia y, no solo nos hace todo ese mal, sino que además enarbolen el gallardete de que es lo más adecuado para los intereses de los legislados.
No se puede fumar en lugares públicos, es decir, donde haya público, como consecuencia, donde haya una afluencia de personas de manera masiva y necesaria, o sea, en cualquier sitio donde el concurso de individuos es evidentemente obligatori0 y manifiesto (hospitales, colegios, universidades, agencia tributaria, oficina de empleo, ayuntamientos, diputaciones, comisarias, centros de salud, etc., etc., etc.), porque el hecho de fumar perjudica a terceros y como consecuencia, esos terceros tienen el derecho a tener derecho.
Genial, estupendo, maravilloso…. Hasta que alguien opina que esta prohibición extralimita las facultades que los que la proponen, establecen y legislan, esos políticos que son que poseen las facultades para hacerlo, se olvidan de sus obligaciones y se amparan en sus facultades de autoridad. Ni un ministro, ni ministra, ni presidente de gobierno (y mucho menos de un rey) tienen transferidos el PODER DEL SOMETIMIENTO, el poder del AVASALLAMIENTO, el poder del FEUDALISMO, y por supuesto, el PODER DEL PENSAMIENTO, como consecuencia hay una distancia preocupante y puñetera entre el que LEGISLA y el que se deja LEGISLAR, a la postre el que elige democráticamente al primero.
Y si hablamos de derechos, hablemos: derecho a la salud del no fumador, derecho a la educación saludable de los niños, derecho a que esos mismos niños encuentren normalidad a que sus padres, amigos de sus padres, o cualquiera que esté en ese entorno se ponga hasta el culo de alcohol en el mismo sitio en el que lo único que se prohíbe, para su educación y derecho saludable, es fumar; derecho a que los trabajadores de los bares y restaurantes no respiren humo del tabaco de los clientes, pero que si tienen el vicio, puedan salir un ratito a meterse al chute de tabaco, derecho a que el cáncer de pulmón no prolifere porque la ley lo va a impedir con estas normas maravillosas, derecho a que el fumar (vicio asqueroso que, además de oler mal, provoca que la Sanidad Pública se gaste un pastizal en solventar los problemas que causa, nada comprable, por ejemplo, con lo que cuesta mantener las pensiones vitalicias de los que se meten a políticos en al Congreso, y ya no digamos, a los mismos del Senado), y, derecho, a ultranza, de que si, por un casual, cualquiera necesitara algo tan elemental y Constitucional como es tener una vivienda digna, o algo tan insignificante como pudiera ser un empleo que le permita mínimamente ser persona, se va a tener que JODER, porque las cabezas pensantes por nosotros y nuestros intereses, han barruntado que PROHIBIR ESTA GILIPOLLEZ es más importante que TENER EN CUENTA QUE LOS PROHIBIDOS TIENEN MÁS PROBLEMAS, Y MUCHO MÁS IMPORTANTES QUE FUMARSE UNO, O DOS, O TRES CIGARROS A LA PUERTA DE UN BAR. ¡¡CAPULLOS!!
Nos seguiremos viendo en la puerta de los bares… y en las próximas elecciones.

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