Hoy leo en la prensa provincial que empresarios de Montoro han organizado una plataforma de damnificados para unir sus fuerzas y exigir que se les pague los más de 150.000 euros que la productora de la película La Mula les debe por los servicios que éstos han prestado para el rodaje. No es que me alegre de esta circunstancia, en absoluto y todo lo contrario; no están los tiempos como para que el empresariado pase “malos rollos” no por falta de trabajo en sus empresas, sino porque los clientes no les pagan, pero por otro lado tengo la satisfacción de que esta circunstancia, que ha estado a punto de producirse en mi pueblo, no haya hundido aún más en el infortunio a la ya dolida y malherida economía de Peñarroya Pueblonuevo.
Lo que aún me resulta más punzante es que estos empresarios, que tienen como deudor a una productora de cine, andan pidiendo árnica para que se embargue la taquilla de esta película, o en su defecto, el Ministerio de Cultura no suelte ni un duro de subvención a la morosa, sino a ellos, que es a quién se les debe. Otra vez la administración pública tiene que salir a la palestra a, con el dinero de todos, cubrir la mala gestión de una empresa privada que, en este caso y bajo el amparo del polivalente significado de la palabra “cultura”, está a expensas de subvenciones públicas que hinchen los bolsillos de productores, guionistas, distribuidores y actores, a costa del dinero de los que han hecho posible que la tramoya de esta película se produzca.
En fin, que como en el cuento, a esta Mula le han dado un “beso de princesa”, pero el resultado no ha sido el esperado y el “bicho” no se ha convertido mágicamente en príncipe, sino en rana.
Lo que aún me resulta más punzante es que estos empresarios, que tienen como deudor a una productora de cine, andan pidiendo árnica para que se embargue la taquilla de esta película, o en su defecto, el Ministerio de Cultura no suelte ni un duro de subvención a la morosa, sino a ellos, que es a quién se les debe. Otra vez la administración pública tiene que salir a la palestra a, con el dinero de todos, cubrir la mala gestión de una empresa privada que, en este caso y bajo el amparo del polivalente significado de la palabra “cultura”, está a expensas de subvenciones públicas que hinchen los bolsillos de productores, guionistas, distribuidores y actores, a costa del dinero de los que han hecho posible que la tramoya de esta película se produzca.
En fin, que como en el cuento, a esta Mula le han dado un “beso de princesa”, pero el resultado no ha sido el esperado y el “bicho” no se ha convertido mágicamente en príncipe, sino en rana.
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