miércoles, 16 de abril de 2008

Deleznable

Esto es lo nunca visto, lo más detestable y fuera de toda lógica y sentido común. Lo que hace cinco años era gratis, El Cerco, el famoso Cerco, ahora cuesta 3.000.000 de euros. Y se pide el dinero al MINER para ello. ¿Tendrá poca vergüenza la señora Luisa Ruiz?
Lo que en su momento fue la traición más grande que se le puede hacer a un pueblo, lo que en su momento se vendió con frases como “¿qué oscuros intereses moverán a IU para hacer ese trato con los propietarios de El Cerco, cuando estaban en la alcaldía?”, o como “lo que se pretendía con ese acuerdo es que estos señores (los propietarios) se les eximiera de impuestos y que hemos hecho nosotros (Luisa Ruiz) es cobrarles lo que deben”, ahora se ha convertido en una compraventa para poder tener lo que ya se tenía gratis. Y para colmo de males, se pide subvención al MINER para ello, para comprar escombros, que ahí quedarán a falta que de nuevo vuelvan a pedir dinero para poder acondicionarlo, igual que está pasando con los terrenos de Vega Currillo.
Si no lo estuviera leyendo en la prensa y viendo que hoy no es 28 de diciembre, pensaría que esto es una inocentada, de mal gusto, pero una inocentada al fin y al cabo. ¿Es posible que este tipo de acciones queden impunes de cara a la opinión pública? ¿Es posible que con todo lo que hemos pasado desde hace unos años, desde que Luisa Ruiz se apoderó del bastón sin que le correspondiera, que no se nos carguen las meninges de mala leche y no la mandemos a dos mil kilómetros de distancia de nuestro pueblo, para que no pueda seguir haciéndonos daño?
Esto ya clama al cielo (o al infierno, depende como se mire); ahora tenemos que entender que todo el trabajo que costó, primero, el hospital y segundo, conseguir negociar un contrato con los propietarios para la cesión gratuita de este espacio demandado desde antaño, y que Luisa Ruiz se encargó contundentemente en destrozar, ahora se nos presente como un logro.
Debo haber perdido la poca razón que me queda, pero desde luego lo que tengo claro es que como la oposición no mueva un dedo para que esta nueva patraña no se lleve a cabo y que además obliguen a esta moza a que abandone la alcaldía, yo me recluyo en un sanatorio mental, porque debo ser subnormal profundo e irrecuperable.

martes, 15 de abril de 2008

El otro Peñarroya Pueblonuevo


El Antolín, el Barranco de la Ana, Las Gachas, más Gachas, El Cerco y más recientemente, la estación del ferrocarril. Este pueblo está pegado a desechos y restos de históricos y antiguos emporios industriales que a manera de tumor maligno oprimen las entrañas de esta sociedad, a la que contundentemente impiden crecer y modernizarse hacia esos lugares.
Trazamos una línea de oeste a este, tomando como punto de partida el silo y como punto de llegada, la escombrera de la Mina Antolín y nos encontramos con la siguiente imagen: hacia el norte, viviendas, barriadas completas, colegios, bares, restaurantes, tiendas, institutos, farmacias, mercados y, en fin, todo lo que en su conjunto conforma un pueblo y una sociedad viva, aunque decadente; hacia el sur y adosado como columna vertebral a ese norte anterior, escorias, escombros, barrancos, desechos, restauraciones abandonadas e invadidas ahora por vegetación salvaje, pozos de mina, edificios en ruinas, canteras y vertederos, muchos de ellos incontrolados.
Este es el otro Peñarroya Pueblonuevo, que al igual que las ruinas romanas, griegas y árabes allá donde las hubiere no impiden que el desarrollo, la restauración y el progreso aprovechen estas culturas arquitectónicas, fabriles e históricas como plataformas de aprovechamiento del pasado para proyectar un futuro, aquí no es así. Por supuesto que la comparación obviamente no procede, porque es superlativo cotejar con escorias y escombreras toda una cultura ancestral y milenaria como la que he mencionado, pero para el caso es lo mismo. Desde el Partenón de Athenas, hasta las ruinas de Itálica o Mérida, pasando por la Mezquita de Córdoba o el acueducto de Segovia, ahí están, reparados, restaurados, puestos en valor. Igualmente la estación de Atocha en Madrid, las minas de Riotinto en Huelva, las minas de sal en Berga, el parque de Cabárceno en Cantabria o los cientos de kilómetros restituidos de antiguos ferrocarriles para su conversión en vías verdes, han sido recuperados para la sociedad a la que en su momento sirvieron y han sido de nuevo puestos a disposición de ese servicio público como generadores de riqueza y bienestar.
Pero en Peñarroya Pueblonuevo no sucede así. Aquí nos hemos acostumbrados a mirar las telarañas y a venerar su contemplación, como si con eso desplegáramos efluvios que sirvan para algo. La memoria está para recordar y la historia para escribirla, pero lo que no es de recibo es que la base de la memoria histórica e industrial, como es el caso de Peñarroya Pueblonuevo, solo sirva para hundir aún más en la miseria a una sociedad que, precisamente por la inminente decadencia de estos emporios, ahora sigue mirándose el ombligo y reverenciando con admiración los desconchones del pasado. Cierto es que algo se ha restaurado, cierto es que esas restauraciones han servido para que durante su ejecución se generaran pequeñas dosis de empleo (algo muy necesario en estos lares), como cierto es también que ahora el mantenimiento y conservación de estas restauraciones no solo no generan riqueza, sino que la balanza se inclina contundentemente hacia los costes, que superan en mucho a los ingresos que éstos producen.
Estamos vinculados, como decía antes, a una columna vertebral que va desde la cabeza a los pies de Peñarroya Pueblonuevo y ello, al igual que ha pasado en muchos lugares de esta vasta España, en la que con fondos públicos han conseguido, por ejemplo, que no haya un barrando como el de La Ana que no solo no está cerca, sino que justo donde terminan algunas casas, hay un talud vertical con profundidades de 30, 40 ó 50 metros y sin ninguna medida de aislamiento o protección; que no existan restauraciones vegetales abandonadas y acordonadas con vallas de pinchos como campos de concentración; que no existan antiguas escombreras que, aparte del impacto visual y ecológico, estimulan la conducta denigrante de los que las siguen alimentando de desechos; que no recorra de oeste a este un muro de carbonillas prensadas (totalmente deteriorado y por algunas partes inexistente) por todo el centro de una ciudad y justo detrás de éste, exista a la vista de todo el mundo, un macro polígono industrial abandonado e idolatrado por sus depósitos de quebrado cristal, oxidados metales y acopios de escombro.
En otros lugares de España y más concretamente de Andalucía, esto ha existido y la realidad es que ahora no existe. Se han recuperado tradiciones, antiguas prácticas, costumbres, además de escombreras, arroyos, espacios vegetales, edificaciones emblemáticas industriales y ahora son ejemplo para esas ciudades donde están porque, primero: mantienen limpia y actual esa memoria histórica que les distinguió y, segundo: porque han comprendido que la mejor manera de conservar sus memorias y sus bellezas históricas es reparándolas y manteniéndolas, no dejando que el deterioro, el paso del tiempo y la distorsionada conversación de veteranos de guerra las haga desaparecer para siempre.

martes, 1 de abril de 2008

Suscripciones para la recuperación de El Cerco

El Cerco, esa ruina maldita que solo provoca dolor. Dolor en la memoria de quienes conocieron su esplendor; dolor también en el cuerpo de este pueblo que sigue separado por esta yaga inmunda que rompe de manera escandalosa la unidad territorial y afea y perjudica enormemente la imagen de Peñarroya Pueblonuevo; dolor también en todos aquellos que una vez tuvimos en la punta de nuestros dedos la oportunidad histórica de que este vertedero de lejanas añoranzas fuese recuperado y que sentimos como arrancaban esta ocasión como el que siente que le desgarran un brazo o una pierna, a pesar de las 3.000 firmas de personas que lo exigieron en su momento; dolor porque la costumbre nos hace ver normal que esos miles de metros cuadrados sigan impunemente ahí, al lado de donde la gente vive, come, crece, pasea, compra y se educa y que continúen con toda normalidad adosados a la columna vertebral de un pueblo que se ha acostumbrado a ser siamés de desechos y ruinas.

No alcanzo a comprender como esta situación se sigue manteniendo indefinidamente sin que nadie mueva un dedo. Es del todo incomprensible que casi un tercio de la extensión habitada de un pueblo esté ocupada por ruinas, miseria, escombros y dejadez absoluta. Y que encima esté lindando justamente con el centro neurálgico de esta ciudad, con sus parques, sus tiendas, sus bancos, su administración de hacienda, sus bares, sus mercados y mercadillos. Es como el que se acostumbró a comer al lado de la taza del váter... se acostumbró y le parece normal, y esta normalidad ya es endémica en esta población, habida cuenta que la costumbre se acaba convirtiendo en norma. En este caso, la costumbre nos hace ser los eternos vecinos de las escorias, las ruinas, los pozos abandonados y los escombros desparramados; solo nos separa de este esperpento (y solo en algunas ocasiones) un muro, vergonzoso ya a motu propio, con la suficiente altura para que la vista y los sentidos lo perciban todo, o al menos casi todo.
Pero lo que ya supera la desfachatez más absoluta es que ninguna, ninguna administración pública menee ni el más mínimo pelo de sus pestañas para, en primer lugar, denunciar este hecho ante los estamentos correspondientes y en segundo lugar, intervengan de manera contundente en beneficio de esa población a la que se deben y que los eligió para que les representen. ¿De verdad creen, políticos del tres al cuarto, que los ciudadanos de Peñarroya Pueblonuevo somos tan gilipollas como para tragarnos y admitir que ésto no tiene solución, que es del todo imposible que desaparezca de una puñetera vez esa visión espantosa y denigrante que el Cerco ofrece a todo aquel que la mire y se pueda regenerar ese espacio definitivamente de cualquier otra manera que no sea la dejadez y la desidia y que además se le busque una solución beneficiosa para todos, eh, de verdad creen eso?.
A partir de ahora, con todo el riesgo que esto me pueda conllevar, voy a dedicar parte de mi tiempo y de mis herramientas en dar el coñazo a quien se ponga por delante para reivindicar mi derecho a tener un pueblo digno y, por supuesto, que ese Cerco, maldito Cerco, deje de ser una herida cangrenada y putrefacta para los intereses de mi pueblo.
Busco suscriptores para esta causa.