Estamos de nuevo en período electoral y la pomposa opulencia que los distintos partidos políticos derrochan en estas fechas no es nada nuevo; más aún, los electores-víctimas de todo este teatro, cada vez esperamos más respecto a los medios que éstos emplean para hacernos boquear y tiritar de júbilo ante sus promesas. Ya no basta con MSN, ni con vídeos que nos cuentan con oscarizados argumentos los beneplácitos de votar a esta o aquella opción, no. Ahora se ponen de moda los tonos, los poli tonos y las canciones populares que hunden en el fango o elevan a los altares (según la procedencia de las composiciones) a aquellos que hoy por hoy son las personas que mejor viven nuestras miserias, angustias, desdichas e infortunios y, por supuesto, conocen fehacientemente los remedios para mitigarlos, hacerlos desaparecer para siempre y, además, son generadores espontáneos de creaciones e iniciativas que mejorarán aún más la existencia de todos aquellos que caigamos en la seducción de su charlatanería.
Alguien puede pensar que tengo una visión demasiado oscura de estos períodos bisiestos, regulares por antonomasia y repetitivos, pero es que yo vivo en la Comarca del Guadiato, tengo 48 años, he pasado muchas veces por ésto y, además, aún conservo la vista (aunque use gafas de cerca) y los sentimientos como para no tener una perspectiva más halagüeña al respecto. Solo hay que echar un vistazo a nuestro alrededor para hacer un esbozo con cuatro datos: perdemos población a marchas forzadas, se gastan ingentes cantidades de dinero en promocionar la riqueza con la mano derecha, y con la izquierda se ponen vallas y fronteras para que ésta no arraigue ni se consolide, se dicen, se repiten, se reiteran proyectos de futuro hasta la saciedad y éstos, o bien son rellenos en los discursos, o son sencillamente mentira, se prometen con golpes de pecho y cejas arqueadas (que da más rigor a la oratoria) realidades incuestionables que acaban justo después de haberlas dicho y, en fin, se menudean pequeñas obras de jardinería, fuentes y arreglos de caminos que nadie usa, para con ello dar a entender que “en algo hemos mejorado”.
Todo es mentira, todo es parte del guión bien estructurado que entre otras cosas contiene como argumento que cada cuatro años hay que “levantar el ánimo de esos desgraciados para que no nos saquen las tiras de pellejo cuando vayamos a pedirles de nuevo que nos voten”. Así es, es cíclico y perenne. Donde el MINER nos atiborra de dinero, es el mismo sitio por donde la autovía no pasa por nuestro lado, la ZEPA se caga en las ilusiones de muchos y el POTA se mea en las posibilidades de que esta comarca ascienda de manera paulatina a niveles de progreso razonables.
Y para colmo de males, las estadísticas vuelven a repetir lo que de manera insaciable vienen diciendo hace lustros: “la Comarca del Guadiato va como el Titanic, cargadita de tesoros que se han de hundir en lo más abismal del olvido”… salvo que cada cuatro años vendrán a visitarnos para decirnos lo contrario.
Alguien puede pensar que tengo una visión demasiado oscura de estos períodos bisiestos, regulares por antonomasia y repetitivos, pero es que yo vivo en la Comarca del Guadiato, tengo 48 años, he pasado muchas veces por ésto y, además, aún conservo la vista (aunque use gafas de cerca) y los sentimientos como para no tener una perspectiva más halagüeña al respecto. Solo hay que echar un vistazo a nuestro alrededor para hacer un esbozo con cuatro datos: perdemos población a marchas forzadas, se gastan ingentes cantidades de dinero en promocionar la riqueza con la mano derecha, y con la izquierda se ponen vallas y fronteras para que ésta no arraigue ni se consolide, se dicen, se repiten, se reiteran proyectos de futuro hasta la saciedad y éstos, o bien son rellenos en los discursos, o son sencillamente mentira, se prometen con golpes de pecho y cejas arqueadas (que da más rigor a la oratoria) realidades incuestionables que acaban justo después de haberlas dicho y, en fin, se menudean pequeñas obras de jardinería, fuentes y arreglos de caminos que nadie usa, para con ello dar a entender que “en algo hemos mejorado”.
Todo es mentira, todo es parte del guión bien estructurado que entre otras cosas contiene como argumento que cada cuatro años hay que “levantar el ánimo de esos desgraciados para que no nos saquen las tiras de pellejo cuando vayamos a pedirles de nuevo que nos voten”. Así es, es cíclico y perenne. Donde el MINER nos atiborra de dinero, es el mismo sitio por donde la autovía no pasa por nuestro lado, la ZEPA se caga en las ilusiones de muchos y el POTA se mea en las posibilidades de que esta comarca ascienda de manera paulatina a niveles de progreso razonables.
Y para colmo de males, las estadísticas vuelven a repetir lo que de manera insaciable vienen diciendo hace lustros: “la Comarca del Guadiato va como el Titanic, cargadita de tesoros que se han de hundir en lo más abismal del olvido”… salvo que cada cuatro años vendrán a visitarnos para decirnos lo contrario.