La ceguera debe ser endémica en estos lugares. Los paisanos estamos
acostumbrados, y por ende, adiestrados, a que lo que tenga que ser será, a pesar de
que lo que tenga que ser sea algo que nos despoje de nuestras propias
higadillas y éstas sean ofrecidas, cual piltrafas, como alimento a las alimañas
del señorito. Y si las alimañas del señorito están satisfechas, esa es la ración
alimenticia y moral de la que los
paisanos hemos de nutrirnos, sin más.
A las cinco de la mañana el paisano se dispone a sacrificar su tiempo,
su esfuerzo y su cordura en beneficiar los intereses del señorito que le paga
el jornal, advirtiéndole a la “parienta” (calificativo impuesto por el señorito
para definir a la persona que queda en casa del paisano a cargo de las
necesidades del hogar e hijos) que eso es lo propio, que es lo que hay que
hacer y que no es ningún denuedo, sino todo lo contrario, es la aportación que
los “súbditos” han de propiciar para que
los “amos” encuentren la dicha.
Y llegados a este punto es cuando yo me cago en los muertos de Los
Indios Tabajara (maldición que se estila en mi pueblo para despreciar
sublimemente) y en la madre que parió a los que creen que esa es la coyuntura
que hemos de tragar como ruedas de molino para admitir que lo que este gobierno
está “gobernando” es lo que hay que hacer “por el bien común de los ciudadanos”.
Y no me cago en sus muertos por cagar, sin más, sino que me esfuerzo
en apretar mi culo para que mi cagada sea contundente y dé para que dispongan
de mi mierda todos aquellos que crean que el resto de personas que componemos el mundo
somos “paisanos” que tienen a la parienta esperando en “el hogar” a que les
llegue el jornal para darles de comer a los “churumbeles”.
Hay que ser muy “hijo de puta” (sin que por ello se intente agraviar a
la madre del susodicho) para despreciar a la gran mayoría de personas que, por
imperativo capitalista, han de someterse a las directrices que una centena de déspotas
imponen.
Algo tiene que cambiar para que
esto no suceda. No podemos, las personas, estar sujetas a que cada cuatro años,
por imperativo legal, nos pidan el voto, nos digan que nuestro voto es
soberano, y después tener que aguantar durante esos mismos 1.460 días las
mentiras y los desprecios a las promesas que nos animaron a ejercer este
derecho, y que ahora tengamos la sensación de que nos estamos comiendo nuestra
propia mierda por el hecho de que los embusteros y mentirosos son ahora, por
derecho constitucional, las personas que
han de ostentar el poder y el derecho a representar nuestros intereses, a pesar
de sus embustes, mentiras y falsedades.