Por si la cuestión económica no estuviera lo suficientemente maltrecha, por si fuera poco con que mes a mes sube la cifra de parados, por si las previsiones futuras no auguraran nada más que estrecheces aún más agobiantes, por si todo eso, ayer nos enteramos sin mover una ceja que en el Senado se han adquirido 34 cuadros por valor de 417 mil euros, que sale cada retratito por algo más de 12 mil eurillos del ala.
Todo esto estando aún sentado en el banquillo un tal Roca, que adornaba su retrete con un cuadro de Miró, cuestión que nos alarma y nos pone de mala lecha, más por el mal gusto del susodicho, que por el alarde de ostentación.
Bueno, pues esto es el Senado, que solo sale en “los papeles” cuando abre sus puertas a los ciudadanos para que se maravillen con el habitáculo-espectáculo donde senadores y senadoras (266 en total) desarrollan su “ardua” labor cotidiana, a razón de 55 millones de euros de presupuesto anual, o bien porque lo han “redecorado” con unas excelsas maravillas del arte pictórico.
Yo llevo preguntando (y no obtengo respuesta lógica que sustente su existencia) que para qué sirve el Senado, que cuales son las labores de estos 266 señores y señoras que no puedan ser asumidas por los verdaderos legisladores y representantes de la voluntad popular, como son los Diputados.
Asumiendo una postura filosófica, aludo a la “ironía socrática”, método por el cual Sócrates asumía una postura de ignorancia e interrogaba a las personas para luego poner en evidencia la incongruencia de sus afirmaciones, cuestión que queda expresada en su célebre frase “solo sé que no sé nada”.
Pues bien, parafraseando a Sócrates, afirmo: “Solo sé que No al Senado”.