El otro día me di un paseo aéreo en uno de esos aparatos que hay en el aeródromo de Fuente Ovejuna, que más que aviones se asemejan a los coches que aparecían en una serie de dibujos animados que veía en mi infancia: “Los Autos Locos”, con Pierre Nodoyuna y su risueño perrito Patán. Y volar vuelan, doy fe de ello. Alguna que otra sacudida cimbreante producen cuando remontan el vuelo y cuando aterrizan, pero para el resto del viaje se puede decir que soportan bien tu peso y los embates del aire.
Empezamos sobrevolando por la ribera del Pantano de Sierra Boyera en dirección a Belmez y a la altura del Castillo, dimos la vuelta hacia Peñarroya Pueblonuevo justo por encima de la carretera N-432, a una altura aproximada de entre 900 a 1.000 metros.
Fue justo en el momento en que el piloto me indicaba con su dedo índice hacia abajo, cuando me di cuenta de las espectrales figuras geométricas que en grandes cantidades aparecían ante mis ojos. Eran figuras circulares perfectas que se iban repartiendo de manera irregular desde la Cuesta la Vespa en Belmez, hasta las inmediaciones de El Riíllo. Llegué a contar hasta 9 figuras, no todas iguales en tamaño, pero si en la forma: círculos perfectos dentro de los cuales se adivinaban colores, figuritas o reflejos, todos distintos entre ellos (salvo dos o tres, que eran poco más o menos iguales).
Mi imaginación, incentivada por mi asombro, empezó a especular sobre los orígenes de estas siluetas que aparecían ante mi vista y que, entre otras cuestiones que me producían turbación, estaba fundamentalmente que nadie se hubiera dado cuenta antes. Una de dos: o acababan de aparecer, o solo la perspectiva aérea podía hacerlas brotar al conocimiento, cuestión que aún me desorientaba más, habida cuenta de que a mi memoria afloraba de manera contundente la película que protagonizó Mel Gibson titulada “Señales”.
Dimos varias pasadas en la misma dirección para reiteradamente volverlas a ver y tratar de escudriñar alguna particularidad en éstas que nos alertara sobre su origen, su significado, su intención y, en cualquier caso, el por qué de su situación irregular en esta pequeña superficie y en este territorio. Por más que intentaba especular sobre este asunto, nada se me ocurría. Entonces el piloto del símil de avión o avioneta me indicó a voces: “Son vestigios cósmicos”.
¡Coño con el piloto! Lo dijo con tanta naturalidad que a priori interpreté que el anormal era yo por no dar por hecho que este tipo de apariciones eran usuales y que mi asombro no era ni más ni menos que el producto del desconocimiento de estos “estereotipos”. Le dije que por favor bajara un poco para poder apreciarlos de manera más directa. Así lo hizo y cuando estuvimos a una distancia en vertical lo suficientemente cercana a ellos… ¡agárrate los gemelillos! ¡Son rotondas y fuentes, las mismas nueve rotondas y fuentes que se extienden desde Belmez hasta El Riíllo, pasando por el pirulí del puente de la circunvalación y la futura fuente que se está construyendo cercana a la estación de servicio La Piscina!
Cuando aterrizamos me faltó tiempo para increpar al piloto: ¿Con que “Vestigios Cósmicos”, no? El piloto se tuvo que agarrar la barriga del ataque de risa que le entró. Cuando pudo exhalar el aire con normalidad y después de secarse las lágrimas que el carcajeo le produjo, me dijo: “Prodigios Cómicos, prodigios cómicos es lo que te dije que parecían esas figuras, no “Vestigios Cósmicos” que tú interpretaste. ¡Cómo es la imaginación, por Dios!”
No contesté. Me di la vuelta, le saludé con la mano y aguanté como pude mi rubor.
Empezamos sobrevolando por la ribera del Pantano de Sierra Boyera en dirección a Belmez y a la altura del Castillo, dimos la vuelta hacia Peñarroya Pueblonuevo justo por encima de la carretera N-432, a una altura aproximada de entre 900 a 1.000 metros.
Fue justo en el momento en que el piloto me indicaba con su dedo índice hacia abajo, cuando me di cuenta de las espectrales figuras geométricas que en grandes cantidades aparecían ante mis ojos. Eran figuras circulares perfectas que se iban repartiendo de manera irregular desde la Cuesta la Vespa en Belmez, hasta las inmediaciones de El Riíllo. Llegué a contar hasta 9 figuras, no todas iguales en tamaño, pero si en la forma: círculos perfectos dentro de los cuales se adivinaban colores, figuritas o reflejos, todos distintos entre ellos (salvo dos o tres, que eran poco más o menos iguales).
Mi imaginación, incentivada por mi asombro, empezó a especular sobre los orígenes de estas siluetas que aparecían ante mi vista y que, entre otras cuestiones que me producían turbación, estaba fundamentalmente que nadie se hubiera dado cuenta antes. Una de dos: o acababan de aparecer, o solo la perspectiva aérea podía hacerlas brotar al conocimiento, cuestión que aún me desorientaba más, habida cuenta de que a mi memoria afloraba de manera contundente la película que protagonizó Mel Gibson titulada “Señales”.
Dimos varias pasadas en la misma dirección para reiteradamente volverlas a ver y tratar de escudriñar alguna particularidad en éstas que nos alertara sobre su origen, su significado, su intención y, en cualquier caso, el por qué de su situación irregular en esta pequeña superficie y en este territorio. Por más que intentaba especular sobre este asunto, nada se me ocurría. Entonces el piloto del símil de avión o avioneta me indicó a voces: “Son vestigios cósmicos”.
¡Coño con el piloto! Lo dijo con tanta naturalidad que a priori interpreté que el anormal era yo por no dar por hecho que este tipo de apariciones eran usuales y que mi asombro no era ni más ni menos que el producto del desconocimiento de estos “estereotipos”. Le dije que por favor bajara un poco para poder apreciarlos de manera más directa. Así lo hizo y cuando estuvimos a una distancia en vertical lo suficientemente cercana a ellos… ¡agárrate los gemelillos! ¡Son rotondas y fuentes, las mismas nueve rotondas y fuentes que se extienden desde Belmez hasta El Riíllo, pasando por el pirulí del puente de la circunvalación y la futura fuente que se está construyendo cercana a la estación de servicio La Piscina!
Cuando aterrizamos me faltó tiempo para increpar al piloto: ¿Con que “Vestigios Cósmicos”, no? El piloto se tuvo que agarrar la barriga del ataque de risa que le entró. Cuando pudo exhalar el aire con normalidad y después de secarse las lágrimas que el carcajeo le produjo, me dijo: “Prodigios Cómicos, prodigios cómicos es lo que te dije que parecían esas figuras, no “Vestigios Cósmicos” que tú interpretaste. ¡Cómo es la imaginación, por Dios!”
No contesté. Me di la vuelta, le saludé con la mano y aguanté como pude mi rubor.