domingo, 16 de septiembre de 2012


Tengo a Juan de Austria clavado en mi memoria. Pero lo tengo clavado en mi memoria no porque me acuerde ni de quién es, sino porque me acuerdo de su vida y lo que este personaje hizo. Y ésto fue por “culpa” de que tuve una profesora de Historia que me “contó” la vida de este hombre de forma que lo percibí como una persona que tuvo sensaciones.

No me pasó lo mismo con el resto de “Historia”, asignatura que aprobaba porque memorizaba el libro de texto como un autómata y conocía hasta la última coma que en ese soporte (el libro) se  expresaba, por supuesto, trabajo del autor de turno y del curso que en ese momento cursaba, valga la redundancia.

Ni Viriato, ni Abdemarrám, ni Enrique VIII, ni Napoleón,  ni siquiera Alfonso X El Sabio, y por supuesto, ni Carlos I de España y V de Alemania, ni su hijo Fernando II, han dejado en mi memoria rasgos que los hagan verdaderos, es decir, que los interprete como reales, no como personajes de ficción, y por ende, faltos de sensaciones y personalidad… o como diría mi ausente madre: “les falta alumbre”.

Sin embargo, después de que trascurra la vida sin descanso sobre mis propias carnes, entro en una nueva dimensión de percepciones e interpreto que la historia no era una “asignatura”, y que, además, es el soporte del conocimiento que me ha llevado (al menos es lo que yo siento) al mundo contemporáneo. Por eso, cuando tengo que tomar alguna decisión, importante o no, no puedo desligarme del discernimiento que poseo de qué se ha hecho en esas mismas circunstancias cuándo se produjo ese semejante hecho, o alguno similar. Y es ésto lo que me sirve de referencia, que no como doctrina, cuando entonces creo que, independientemente de mi criterio, no me puedo desligar del entendimiento que poseo sobre el asunto.

Pero es ahora cuando posiblemente me equivoque.

Si todos, estudiantes o conocedores de esa misma historia de la que, supongo que también todos hemos sacado conclusiones, estamos de acuerdo en que la opresión que se ejerció sobre las personas, insisto, personas, en por ejemplo, la circunstancia en la que ser esclavo era cuestión de natalidad, religión o raza; o en aquellas cuestiones en las que ser súbditos era asunto feudal; o, por ejemplo, en la que ser “paria” es (y aquí no uso el pasado) cuestión de nacimiento, o, por poner otro ejemplo, ser mujer es (y aquí tampoco uso el pasado) sinónimo de vejación, ultraje y sumisión al varón… yo solo llego a una conclusión: en el siglo XXV, por poner un siglo de referencia, tendrá que haber una profesora de Historia como la que yo tuve para que les explique a sus alumnos que aquellos que destrozamos la vida conocida en el siglo XXI fuimos los imbéciles que, a pesar de los conocimientos adquiridos, volvimos a admitir y asumir que la normalidad de sufrir y padecer por ser personas es algo normal y cíclico, en base a la “suerte” de poder disponer o no de CAPITAL o CRÉDITO,  o lo que es lo mismo, de haber nacido en un lugar determinado, para dejar en manos de “los nuevos aristócratas” esa parte de la Historia PRESENTE que nos conduce a vivir una nueva era, por ende moderna, y en la no se tiene la percepción exacta de que el MUNDO, desde Australia a Nueva York, desde el Cono Austral hasta Siberia, y desde la aldea de La Coronada hasta Manhattan… está habitadas por personas… personas sin más opción a ser eso, personas, independientemente del  color su de piel, de su grado de preparación,  de si ha estudiado, y de si ha tenido la oportunidad de saber que para vivir como persona ostenta un derecho que es universal.

En fin, que “la Historia es como el cauce de un río. Volverá a regar aquello que forma parte de su lecho más tarde o más temprano Y el lecho será productivo porque es parte del río… y ésto será espectacular cuando los “parias” se enteren que el río también es suyo ”...  decía Rabindranath Tagore (en idioma Bengalí, রবীন্দ্রনাথ ঠাকুর), en el siglo XIX, y ésto será otra parte de la Historia que no comprendimos, aunque sí estudiamos.
Y mientras, esa colega de mi pueblo me permitió, sin ella saberlo, que le tomara esta foto paseando delante de aquellos que, a pelotazos, empujones y porrazos, "defendían" que los que estábamos allí en ese momento no teníamos derecho a luchar por eso tan elemental que es....  ser personas.