viernes, 25 de septiembre de 2009

¡Chiquillo, cómo está el MINER!

Hoy viene el MINER que echa leche. Por un lado los periódicos provinciales anuncian a bombo y platillo otra pila de millones que el susodicho va a dejar caer por la comarca del Guadiato, de los que a Peñarroya Pueblonuevo le corresponden un buen montón, y por otro, en una página virtual leo que también va a ser financiado con estos fondos el nuevo puente de El Riíllo. O sea, que de aquí a poco tiempo seguirán llegando millones de euros, sí, millones, como hasta ahora han venido llegando por un tubo.
La pena es que este mogollón de millones llegan, se gastan (supongo) y seguimos como siempre, con algún que otro desconchón reparado, pero con la pata rota y cojeando cada vez más, como siempre.
El Subdelegado del Gobierno en Córdoba, como siempre, hace su espléndida rueda de prensa en la que comunica datos históricos del MINER en los que cifras y letras son rimbombantes a más no poder, cuestión que, también como siempre, apostilla con “y aquí se nota el esfuerzo y apoyo que este Gobierno demuestra con esa zona tan deprimida como es la Comarca del Guadiato”. Y es posible que el hombre lleve razón, al menos en una cosa: que la comarca está deprimida. Todos los años se convoca la misma rueda de prensa y la comarca sigue deprimida, desde que el MINER existe, con lo que los discursos solo se alteran en las cantidades invertidas hasta la fecha del último pronunciamiento de éstos.
Pero hay un ligero detalle que se escapa en estas publicaciones, (o se despista en los discursos), y es que también se debería decir qué ratio inversión/empleo produce este despliegue de medios económicos y en qué mejora la sociedad que conforma la comarca, que es a la postre para lo que se libran los fondos MINER, para conseguir generar empleo estable por la recesión que sobre éste ha provocado la minería del carbón obligada por directivas comunitarias. Este detallito fundamental es el que una y otra vez no se acaba de escuchar en estos discursos anuales y es lo que los que vivimos por aquí no solo queremos escuchar, sino que estamos ansiosos porque de verdad produzca los efectos paliativos en el empleo que de estos fondos se espera, y el futuro de esta tierra, de una vez y de verdad, inicie una curva ascendente y despegue.

martes, 22 de septiembre de 2009

En la puerta falsa


Cuando yo era un crío, en esas tertulias improvisadas, pero regulares, que se celebraban en las “puertas falsas” de las casas de mi barrio en la época de estío, y a las que cada vecino acudía aportando su propio asiento, que bien podía ser una silla de anea, un banco de madera o un pequeño taburete, casi siempre de fabricación propia, cuando no un simple taco de madera, recuerdo que entre palabrejas raras, los mayores discernían fundamentalmente de cuestiones laborales, de cómo les había ido hoy en la mina, de la manera en que tal o cual se había comportado y de cuestiones referentes a la herramienta y al tajo en general.
Me llamaba la atención que había bastantes silencios entre las palabras que los mayores se decían, que quedaban como puntos suspensivos y que solo se adivinaban si sabías comprender esos arqueos de cejas, esos guiños, esos golpeteos de zapatos en el suelo y algún que otro ademán gesticular específico, con lo cual, los pequeños que andurreábamos con nuestros triciclos por entre medias de éstos, aunque le pusieras toda la atención del mundo, no acababas de enterarte del todo de lo que estos señores tertulianos se contaban, por no decir que no pillabas casi nada.
Al cabo del tiempo ibas, aparte de creciendo, adaptando tus sentidos a la costumbre de esa comunicación entrecortada y, al igual que si de una partida de mus se tratara, a algunos de esos signos y símbolos ya le habías puesto, erróneamente o no, significado, con lo cual algunas frases llegabas a componerlas, a pesar de que el sentido de éstas la mayoría de las veces careciera para ti de significado lógico.
De vez en cuando, en esas deambulaciones por entre medias de los mayores llegabas a molestar a alguno: le pillabas los pies con alguna rueda, dabas un golpe a la improvisada mesa donde se apoyaban vasos de vino y viandas, levantabas polvo o cualquier otra cuestión que les hacía la puñeta, y entonces se oía: “¡Me cago en la m… (silencio)… mar salá, niño, échate un poco p’allá, co… (silencio)… contra!”
Lo de cagarse en la “mar salá” quedaba como que muy lejano para el entendimiento infantil, pero el tono con que se pronunciaba indicaba que era un reproche en toda regla, vamos, que te estaba riñendo con contundencia. Lo de “contra” era ya totalmente incomprensible, aunque sí era evidente que ponía enfáticamente punto y final a la amonestación anterior, con lo que te daba a entender que a partir de ese momento ya no debías volver a hacer la fechoría por la que te estaban regañando.
Otras veces escuchabas la apreciación que sobre otras personas se estaba haciendo, aunque jamás escuchabas el nombre: o bien se le aludía por alguna característica física, como puede ser “el de la cara colorá”, “el de los pantalones caídos”, “el amiguete del vigilante”, etc…, o bien directamente por el mote: “el Renre”, “el Chuzo”, “el Pelao”, “el Tarta”, y así hasta el infinito. Lo que también quedaba claro es que aquí los silencios y los gestos eran la culminación de esta especie de lenguaje a medias entre hablado e interpretado. “El hijo de la gran… (silencio)… su madre” (poniendo los ojos desorbitados y cerrando los puños) , “Tiene más cu… (silencio)… cubierta que un caracol” (llevándose ambos dedos índice a los contornos de la frente), “Ese es un ba… (silencio)… balón de furbo” (haciendo un gesto mano sobre mano y moviéndolas en círculo). En fin, que era muy interesante, a la vez que intrigante ver y escuchar a estos mineros veteranos disertar en esas agradables tertulias veraniegas.
Con el paso del tiempo, y adquirida ya cierta edad por mi parte, algunos silencios ya no se hacían en mi presencia y como consecuencia se pronunciaba la palabra que se quería decir, a pesar de que la mujer de turno, que también acompañaba en esos corros de opinión, pusiera el tono reprochante al escucharlas, normalmente moviendo la cabeza de lado a lado y diciendo el nombre del que la pronunciaba con un soniquete especial: “Antoniooooo…..
A partir de aquellos momentos todos los gestos y las palabras no pronunciadas ya formaban parte de mis conocimientos, con lo cual supe ponerle sonido a esos silencios, que por el mismo orden con que las he escrito, serían: “madre que te parió”, “coño”, “puta”, “cuernos” y “baboso”.
Uno de los contertulios habituales y vecino, Antonio el Renre, que me tenía mucho cariño y aprecio, con frecuencia me decía: “Niño, tú no te metas en la mina, que allí la gente habla muy mal, dice muchas palabrotas y se llevan fatal”.
Yo le prestaba toda mi atención. Y mientras más entendía ese especial lenguaje que ellos empleaban, más de acuerdo estaba con él.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Pensamientos

Ayer trajo mi “contraria” de la floristería unas platitas muy monas, a las que yo, conocedor erudito del contexto vegetal, tuve la mala fortuna de catalogar que eran de naturaleza plástica, cuestión que produjo la reacción inmediata de mi “ella” y que dejó mi ego a la altura del betún.
Comenzó argumentando que menos mal que el martes de esta misma semana acudimos al oculista a que me revisara los “faros”, porque parece ser que mis lámparas cada vez alumbran menos y las percepciones que éstas me hacen llegar al cerebro, aparte de inexactas, deben tener ciertas interferencias puesto que hacen que falle también mi sentido olfativo. Primer Round; resultado: perdí por K.O.
No obstante, tuve la ocurrencia de replicar con un alabo a su gusto por los colores, pero cometí de nuevo otro tremendo error, y es que también, para tratar de ayudar a mi desastre anterior, me atreví a intentar mejorar el contexto y le puse inconvenientes al continente, es decir, a las macetitas que las albergaban, complementando mi alocución con la frase “aunque ese color negro mate de las macetas de barro que has comprado no acaba de venirles bien”.
“¿La clase de física dónde se explicaba la naturaleza de la materia te la perdiste, verdad?” - me contestó. “Esas macetas son de PLÁSTICO (puso énfasis en esta palabra), y nos las he comprado, son el recipiente donde te sirven las plantas al comprarlas, para después replantarlas en aquellas “cosas” de BARRO (también enfatizó esta otra) color terracota y con forma rectangular que hay allí, que se llaman JARDINERAS (y esta también) y que será donde acaben replantadas. ¿Esas sí te gustan?” No me atreví a contestar y asumí el consecuente nuevo K.O. del segundo Round.
A pesar de todo y con el ánimo por los suelos, machaconamente intenté solventar la molestia que al parecer estaba causando con mis desafortunadas apreciaciones y añadí: “Esos geranios son realmente bonitos, muy bonitos”.

Su respuesta fue: “Pensamientos, cariño, son pensamientos. Y por favor, déjalo ya”.


Le hice caso y me salí al jardín a pensar, que al menos con mis “pensamientos” no discuto.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

La rana no sabía que se estaba cociendo

“En una cazuela llena de agua introducimos una simpática rana. Mientras la rana nada tranquilamente comenzamos a calentar la cazuela a fuego lento. Al cabo de un rato el agua está tibia, pero a la rana ésto no le desagrada y sigue nadando. La temperatura sube y el agua sigue calentándose algo más de lo que suele gustarle a la rana, pero no se inquieta, y además el calor le produce una plácida somnolencia. Después, el agua ya está bastante caliente y a la rana le resulta desagradable; lo malo es que ya es tarde y se encuentra con las fuerzas muy mermadas, así que se limita a tratar de adaptarse al agua caliente, sin poder hacer nada más. La temperatura sigue subiendo, poco a poco, hasta que la rana acaba cocida y muere sin haber realizado el menor esfuerzo por escapar. Sin embargo, si la hubiéramos sumergido de golpe con el agua a 50 grados, de una sola zancada se habría puesto a salvo” .


Transcribo literalmente un relato metafórico de Olivier Clerc que leí hoy en un diario provincial, porque en su lectura he visto reflejado con bastante similitud algo que tengo muy cercano y vengo percibiendo desde hace ya bastante tiempo: la historia reciente que se está produciendo en Peñarroya Pueblonuevo.
Todos los indicadores apuntan a que al final nos “cocemos”, que nos vamos adaptando paulatinamente al calorcito que se va produciendo poco a poco en esta “olla”, y que a pesar de ser bonita, hermosa y cada vez mejor adornada, no deja de producir hervor por efecto de los acontecimientos que se van originando, con lentitud, pero inexorables, y que se resumen en tres palabras: no sucede nada.
Es posible que como apuntaba anteriormente, la “olla”, o el “continente” (llámese al recipiente que contiene algo, en este caso, el continente es la ciudad de Peñarroya Pueblonuevo) esté siendo cada vez más habitable, más moderno, más adaptado a los nuevos tiempos y que ofrezcan mejores y más agradables vistas, pero no es más que una cortina de humo aseverar que estas acciones crean empleo y por ende el “contenido” (dícese de aquello que se encuentra en el interior de un “continente”, en este otro caso, los habitantes de esa misma ciudad) aumenta. Pero no es así, no se crea empleo y como consecuencia no hay más posibilidades de vivir aquí. Las acciones y multitud de obras que vemos solo son ornamentales, pero no afianzan los puestos de trabajo ni crean empleo, simplemente ocupan en otras tareas a personas que antes ya estaban empleadas en esas mismas empresas, pero trabajando en otros lugares, y son los menos los que acceden a este precario y eventual empleo por complemento y únicamente por el efímero tiempo que duran las obras. Luego no deja de ser una exaltación de la realidad afirmar que estas obras crean empleo, simplemente se ve a más gente pulular por las obras, por eso, porque hay más obras, pero de creación de empleo, nada de nada, por lo tanto el “contenido” sigue siendo el mismo, tirando a cada vez menos.
Creación de empleo es sumar a las personas que ya se encuentran en activo de manera permanente, a más personas en activo, sean habitantes o residentes en paro, y por supuesto también aquellos que vuelvan de la situación de emigrantes a que las circunstancias los obligaron en su momento. Esto sí es creación de empleo y no la circunstancia temporal y anodina de ver más albañiles en ciertas obras puntuales y perecederas a muy corto plazo.
Por eso digo que como el inexorable paso del tiempo es pausado, lento y a veces imperceptible, al final nos ocurrirá como a la pobre rana, que nos coceremos lentamente y cuando digamos a reaccionar será, probablemente, demasiado tarde. Tampoco quiero decir con ello que han de intentar “cocernos” a todos de golpe para que con estas pretensiones actuemos como lo haría el batracio y nos salvemos de una gran zancada, pero tiempo es ya de que nos demos cuenta que para poder crear empleo hay que llenar los polígonos industriales de empresas y no de pasto seco.
Tenemos muy cercano ejemplos de pueblos que así lo han hecho y los resultados son evidentes.

martes, 15 de septiembre de 2009

Voy a contar un cuento

Había una vez una concejala..., o mejor dicho, hay una concejala en un pueblo muy bonito, que era una persona dedicada por entero a su pueblo, a los demás y a solucionar todo aquello que estando en su mano, fuese beneficioso para la comunidad.
En ese mismo pueblo, además de esta concejala, habitaba una bruja maligna y egoísta, que todo lo quería para ella y que no tenía reparos en utilizar cualquier artimaña si con ello conseguía consumar sus maléficos propósitos.
La malvada bruja tenía intención de ejecutar una obra en una calle, cuestión que como era habitual en ella, no meditaba ni lo más mínimo, sino que conforme se le ocurría la idea, inmediatamente mandaba elaborar el proyecto de obras en base a sus necesidades, sin tener en cuenta las propiedades particulares colindantes y por supuesto, lo que los propietarios de aquellos terrenos que necesitaba ocupar pensaran al respecto. Así que, como si de su propio cortijo se tratara, no dudó en incluir en ese proyecto de obras unas lindes que pertenecían a otras personas, pero como era malvada y sabía que estos propietarios ya fueron despreciados en su momento cuando se les “ocurrió” donar al Ayuntamiento esos mismos terrenos para la construcción de una Residencia para Disminuidos Psíquicos y que ella rechazó por aquellos entonces, barruntó la idea de embrujar a la concejala buena para que fuera a hablar con ellos y los convenciera.
Como era de suponer, los propietarios de los terrenos se sorprendieron enormemente, primero, por haber visto como se incluían sus pertenencias en un proyecto sin contar con ellos, y segundo, porque había que tener la cara muy dura para venir ahora, después del rechazo y el desprecio anteriores y con la política de hechos consumados que la malvada bruja acostumbra a desarrollar, a pedir su consentimiento para que esta obra, ya proyectada, se pudiera ejecutar. Cuando la concejala buena se encontró con estos argumentos tan evidentes y contundentes que los propietarios le manifestaban, quedó pasmada y anonadada. Llena de estupor pidió mil disculpas una y otra vez a los propietarios, aunque como venía hechizada por las maléficas artes de la bruja maligna, cometió un error, error fatal que la puso en evidencia y que vino a demostrar que no era del todo tan buena: mintió al decir que ella no sabía nada de aquel asunto y que había tomado esta iniciativa a nivel personal.
El final del cuento aún está por contar, porque entre otras cosas, tanto la concejala, ahora “menos” buena, como la bruja maligna, han desaparecido como por arte de magia del lugar de los hechos y los propietarios han quedado a la espera de recibir nuevas informaciones al respecto de estos acontecimientos… y que aún siguen esperando.
No obstante, y si yo fuera el narrador de este cuento, pondría mucha atención a esos silencios por parte de la maligna bruja, porque a buen seguro que la marmita donde se cuecen y amalgaman los conjuros debe estar siendo nutrida de condimentos que consigan los efectos que ésta persigue.
Las brujas son así.

Golpe de Estado a lo Maleno


Hace pocos días leía en un diario provincial que en el ayuntamiento de Posadas se iba a presentar una moción de censura liderada por el PP y apoyada por algunos miembros de los grupos municipales de IU y del PA, contra el actual alcalde del PSOE, incluso a pesar de que éste ha presentado su dimisión.
Saldrá adelante y el partido gobernante dejará de serlo para proponer como candidato al portavoz del PP. Lícito y conforme a ley, con lo que los malenos tendrán la oportunidad de que haya otra alternativa de gobierno municipal, propiciada por representantes del pueblo y con la intención de mejorar la gestión anterior, porque de eso se trata, de presentar otra opción que optimice y corrija los posibles defectos que los anteriores gestores hayan venido cometiendo, por supuesto siempre en favor de la ciudad y de los ciudadanos.
Esto hubiese sucedido en Peñarroya Pueblonuevo, aunque solo a nivel de conato o comentario y tendría la catalogación de “Golpe de Estado”, como así fue definido por la alcaldesa Luisa Ruiz. Porque, como los gatos, esta mujer y su equipo de gobierno se defienden panza arriba, es decir, atacando con uñas y dientes y para ello nada mejor que emplear calificativos que recuerden antañas movidas políticas, en las que con armas y con absoluto desprecio hacia los demás, se tomaba el poder a la fuerza.
Sin embargo, no tuvo estas mismas apreciaciones cuando ella se alió con otro partido, ambos minoritarios, para quitar de en medio a quién legítimamente había ganado las elecciones en su momento. Eso no fue un “Golpe de Estado”, sino una “necesidad para el pueblo”, ya que parece ser que al alcalde anterior había que impedirle por todos los medios que volviera a regentar la presidencia municipal, debido posiblemente a que este señor era el demonio personificado. No hubo matices, ni siquiera consideraciones a la democracia, a la sensatez, a la lógica, a las oportunidades que la oposición tiene de presentar una moción de censura a lo largo de una legislatura, a hacer algo de oposición para demostrar que eres mejor opción que el gobernante, no; ni la más mínima oportunidad, desde el principio se “mató al perro” y con ello se “erradicó la rabia”. Pero ésto no era un “Golpe de Estado”, sino todo lo contrario; era un empujón a la concordia, a la convivencia pacífica, sin crispaciones y, por supuesto, del que todo el mundo salió beneficiado y poco menos que flotando entre sábanas de seda y acompañado de coros celestiales.
¡Cómo cambia el cuento, oye, en función de por donde soplen los aires! Si ahora se le ocurriera a la oposición municipal en Peñarroya Pueblonuevo ni siquiera tener la idea de presentar una moción de censura (que no olvidemos, hay que ganarla y presentar un proyecto de ciudad diferente o al menos que mejore al existente), sería un “Golpe de Estado”, un atentado contra la democracia, una usurpación ilegítima de los poderes de gobierno y, en definitiva, una acción totalitaria, dictatorial y tiránica.
Solo se me ocurre añadir que la posibilidad existe, que es lícita y conforme a derecho; sobre todo al derecho que los ciudadanos tenemos a que se representen nuestros intereses con lealtad, sin desprecio y con la misma vara de medir y sin que interfieran ideologías ni rencores.
Aviso a navegantes y ojito al parche, porque como dice el sabio refranero, cuando las barbas de tu vecino veas cortar…
Y ahora viene la letra pequeña: “No me lo creo ni yo”.

jueves, 3 de septiembre de 2009

El virus

Cada vez que me da por asomarme a la política local – leo comentarios en blogs, miro la prensa local y escucho opiniones – me entran unas irrefrenables ganas de bostezar. No es por aburrimiento, que también, sino porque todo suena a rancio, mohoso, repetitivo, soez y cochambroso.
Los unos, los que gobiernan, porque para ellos todo es pátina lustrosa y aquello que tocan lo convierten en santo grial mágico que transforma las cosas en maravillas y portentos. Los otros, los que no gobiernan (aunque bien podrían hacerlo por ser mayoría en la Corporación Municipal), porque para ellos son todo desdichas e infortunios y además se sienten arrollados por el ingente y aplastante poder que los primeros ejercen.
Gobernantes y oposición no deberían ser tan dispares y crudos en sus tratos, aunque viendo el patio político en el ámbito nacional, creo que es la acción de un virus pandémico el que motiva a ambos a actuar como actúan y que se ha establecido y encallado en sus tejidos por efecto de lo que ven hacer a sus líderes. Se buscan las cosquillas, arremeten como toros bravos los unos contra los otros, se dispensan unos halagos que para él quisiera Belcebú y, en definitiva, solo ven en los contrarios defectos, carencias, secretos inconfesables y despropósitos.
Si todo esto fuera cierto, ¿qué pasa con los gobernados? ¿Cómo nos protegemos de esta batalla sanguinolenta en la que unos y otros andan enzarzados y en la que solo se ocupan en cómo buscar la mejor manera para atizarse y menospreciarse? Lo más traumático de este asunto es que, lo quieran o no reconocer estos nuestros políticos locales, el paisano de a pie se siente como un espía que necesita pasar desapercibido, o mejor dicho, como un espiado, como aquel al que su filiación o simpatía a unos u otros ya le implicara intrínsecamente la enemistad o el desprecio de depende quien le mire o le catalogue. Y si hablamos de tener “cierta necesidad” de encontrar un empleo, aunque sea temporal y pasajero, por ejemplo en el Ayuntamiento, ahí con la iglesia hemos topado: el paisano ha de saber con quien habla, lo que habla y, por supuesto, qué orejas le estarán escuchando o pueden enterarse de lo comentado, porque ya no solo se trata de los que estén presencialmente en los acontecimientos, sino a quiénes éstos pueden acudir con el chisme de turno.
Decía Luisa Ruiz cuando pactó con el PP para quitar de la alcaldía a Rafael Muñoz en 2003, que el argumento fundamental para esta acción era la de “evitar la crispación que el pueblo estaba padeciendo”, cuestión que ella y su grupo político, al cabo de los seis años que llevan en el gobierno municipal, han elevado a la enésima potencia, porque el sentimiento de incomodo que los ciudadanos cada vez sentimos con más obstinación solo está motivado e incentivado por la manera de actuar entre ellos mismos, esos políticos que nos representan, o que presumo pretenden hacerlo.
Llevo bastante tiempo esperando que la cosa cambie, que la tensión desaparezca paulatinamente, que el entendimiento y la cordialidad vuelvan a predominar y que con ello la vida en nuestra ciudad sea agradable, sin “esconderiches”, sin mirarnos los unos a los otros con el rabillo del ojo, pero tengo mis dudas de que esta situación se produzca a corto plazo, a la vista de la curva ascendente que dibujan los acontecimientos.
Seguiré esperando… solo deseo que el contagio me afecte lo justo para pasar desapercibido.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Ha llegado el tapiceroooo…

Por enésisisisima vez leo en un periódico que se va a urbanizar un polígono industrial en Peñarroya Pueblonuevo con fondos Miner. Por enésisisisima vez leo las declaraciones de la alcaldesa que afirman que "con esta actuación vamos a urbanizar y poner a disposición de los empresarios un espacio industrial muy necesario para la ubicación de empresas en nuestra localidad, lo cual permitirá el desarrollo industrial del municipio”, copio literalmente.
Ya tengo doloridas las orejas, los tímpanos, la cadena de huesecillos y hasta la mismísima trompa de Eustaquio (¡vaya nombrecito!) de escuchar y leer que el dinero del Miner está entrando a raudales en nuestra ciudad y que ello va a suponer bla, bla, bla y más bla. Desde hace más de seis años lleva la señora alcaldesa poniendo repetitivamente el mismo disco, sin ni siquiera hacer una introducción o prólogo diferente, sin ni siquiera adornarlo con algún “telonero”, o al menos, un pregonero diferente a ella misma.
Esto ya cansa: primero, las parcelitas esas tan monas (y tan solitas y desoladas) de El Antolín, que aunque con dinero del pueblo, ahí están; segundo, el renombrado y bien plantado (nunca mejor dicho, ya que desde que se adquirió ha producido varias cosechas de cereales) Vega Currillo; a continuación el vilipendiado, vapuleado y al final admirado Cerco Industrial, que parece que sí, pero que es que no… que a lo mejor… que parece ser que….; y por último, esto de los terrenos de El Antolín, que también tiene migas la cosa, haber gastado en comprar, teniendo terrenos para urbanizar y que a fecha de hoy podrían estar terminados y, posiblemente, ocupados.
Si echamos cuenta de los euros que por estos presuntos, algunos, y fallidos, “algotros”, polígonos industriales, nos salen unas cifras de muchos, muchos ceros que según preconiza la alcaldesa, "con esta actuación vamos a urbanizar y poner a disposición de los empresarios un espacio industrial tiroriro - tiroriro, tiroriro - tirorá…”, dale que te pego y erre que erre.
Echando mano a la estadística, si en más de seis años estamos aún en la fase de “pide que te pide”, y que normalmente estos menesteres ocupan al menos de tres a seis de ellas (1º-pedir, 2º-evaluar la petición, 3º-ponerle algunas pegas, 4º-dar, 5º-elaborar el proyecto y 6º-sacar a licitación el mismo), calculo que para 2040 más o menos veremos (los que tengan la suerte de llegar con la vista en condiciones) aquello que el CD de Luisa Ruiz viene repitiendo cansinamente, con el mismo soniquete que emplea el machacón y coñazo del “tapicero”.

Mi admirado maestro

Como cualquier hijo de vecino (¿qué querrá decir ésto?), yo también me he incorporado a lo cotidiano después del período vacacional. Me lo he pasado bien, muy bien. He alcanzado algunas de las expectativas que deseaba realizar y experimentar, bastante satisfactorias por cierto, y por lo demás, qué voy a contar de las vacaciones, que al menos a mí solo me sirven para pegarme unos fletes e incentivar el cansancio hasta límites de récord Guinnes. Algo sí que he descansado, pero lo justo para no perder comba y aprovechar el tiempo cansándome en todo aquello que me gusta y que normalmente no puedo hacer en tiempos distintos a estos de asueto.
Veraneo desde hace bastante tiempo en el mismo lugar, con lo que ya tengo cierto conocimiento del entorno, de sus gentes, de los andurriales y, en definitiva, de las posibilidades que ofrece en bastantes aspectos, lo que me permite planificar de manera anticipada y casi con precisión matemática cómo voy a distribuir mi tiempo y en qué manejos. Algunas veces (bastantes) falla la previsión, pero eso es lo que le proporciona al hecho esa esencia tan estimulante que te hace sentir frescura y novedad, porque como es algo que no esperas, la improvisación se convierte en sugerente artimaña que te mantiene ocupado y distraído (amén de que tanto rigor puede llegar a ser fastidioso).
En lo que más me gusta de estar en la costa, que es pescar, he disfrutado hasta extremos casi orgásmicos, vamos, que después de estar planificando un año entero para enfrentarme a nuevos eventos y para la puesta en práctica de novedosas técnicas casi con rigor estudiantil de tesis doctoral, llegado el momento me encontré con que todo funcionaba, que era comodísima y efectiva la teoría y los métodos y aparejos que previamente me había preparado. No solo eso, sino que además sentí la satisfacción de que los “colegas” con los que compartía orilla y afición se interesaban en preguntarme que qué era ese procedimiento que estaba empleando, ese montaje de anzuelos en la línea, esos tambores de carrete tan especiales, esos lances que superaban con creces las distancias que los demás alcanzaban y, en fin, que quedé anonadado con las actitudes de admiración que me dispensaron y que al final llenaba de peces mi cubo, en algunas ocasiones haciendo doblete de capturas.
Solo tuve un inconveniente, que no coincidí hasta el último día con un amigo al que conocí hace cuatro años, de Puente Genil, y que me llamaba “mi maestro” porque el primer día que coincidí con él en el espigón, además de meter hasta las narices en todo lo que hacía, cuando anzuelaba la carnada, cuando anudaba un terminal a un aparejo, cuando preparaba las lombrices en la aguja, etcétera, hasta el punto de que más de una vez tuve que decirle que por favor se apartara, que necesitaba espacio para poder incluso coger la botella de agua para beber, no paraba de hacerme preguntas, como una ametralladora, una detrás de otra. Casi no me daba tiempo a contestarle, solo estaba pendiente de cómo satisfacer esa angustiosa necesidad que el tipo tenía por aprender y que yo, novato en estas lides por aquel entonces, solo sabía por haberlas copiado de todos aquellos a los que había visto hasta entonces.
Mi tocayo de Puente Genil no llegó hasta el último día, justo el que yo me volvía de mis vacaciones en este lugar, y mi sorpresa fue que cuando coincidí con él, precisamente en el espigón donde nos conocimos, estaba pletórico y deseoso de enseñarme todos los aparejos que tenía preparados para mí, si, para mí. El “discípulo” venía a enseñarle a “su maestro” los avances que había desarrollado en técnica, métodos, aparejos y hasta en cómo preparar unas sardinas para que fueran cebo “bocato di cardinale” para los peces.
Me resultó frustrante, bastante decepcionante no haber podido compartir con él algunos días, solamente por el hecho de que me lo paso estupendamente con su compañía, pero además es que este año mi tocayo venía preparado, algo similar a lo que yo estuve haciendo casi un año entero para poner en práctica llegado estas fechas.
Él había hecho lo mismo que yo, pero con una significativa diferencia: había estado pensando en mí, en aquello que sabía me podría impresionar; quería enseñarme todos los avances en conocimientos que lo habían llevado a “fabricar” nuevos aparejos, conocer montajes diferentes, idear sistemas y, en definitiva, perder su tiempo en prepararme físicamente todo aquello que a él mismo le hacía sentir orgulloso de poder enseñar a “su maestro”.
Espero con ansias las vacaciones del año que viene. Estoy seguro de coincidir con él, con mi “discípulo”, que solo por el hecho de haberse preocupado tanto en mí, a partir de ahora será “MI ADMIRADO MAESTRO”.